Epifanía, Arcano y Misterio.
¿Es necesario algún acontecimiento que gire nuestra atención hacia lo espiritual? La respuesta es si. De otro modo, jamás lo hiciéramos. Hubo una época en mis mocedades en la que afirmaba que Dios no existía, que se trataba de sugestión, que solo se trataba de fuerzas incomprendidas, y cosas así. Entonces, ¿qué me hizo cambiar?, una epifanía. Un evento personal que alteró para siempre la percepción de "qué" soy. Aunque hubo muchos eventos extraños que causaron curiosidad, ninguno cómo el que comenzó todo.
Mientras disfrutaba de una velada, de un momento a otro, aquello que pudiéramos llamar "punto de perspectiva", aquel centro psicológico desde donde creemos ver y percibir el mundo y lo que nos rodea, algo así como que sentimos que estamos en alguna parte de nuestro cerebro, aquello... cambió. De ese momento en más, me veía a mi mismo de manera diferente, como si se hubiesen separado dos cosas ahora totalmente distinguibles una de la otra. Dos naturalezas, dos centros de gravedad, dos voluntades. Me observaba viéndome a mí mismo.
Asombrado, no entendía lo que me sucedía. No podía imaginar los cambios que aquel evento comenzara. Quizás a muchos les ha pasado, pero en mi caso y por mi curiosidad, me dí cuenta y no lo ignoré.
¿Cómo de importante puede ser eso de que "me dí cuenta"? ¿Qué tan relevante es que no haya "ignorado" el evento y sus inmediatas repercusiones? El asunto es sencillo. Se había dado un descubrimiento fortuito, si, aunque asombroso, de discernir en mí una voluntad silenciosa y otra matizada con ideas, imágenes, reacciones...
Inmediatamente, en los días posteriores, intenté replicar el evento apoyado en lo poco que había observado. Desde ese momento en adelante, durante toda mi vida, busqué entre las culturas y religiones, filosofías y escuelas ¿a qué se parecía aquello?, y la verdad es que siempre me pareció encontrarlo. Las bases del pensamiento humano en cuestión a la existencia, el Ser y la consciencia, de todo conocimiento y cultura que aún existe o se ha olvidado, los orígenes de religiones, el trasfondo de lo que quedó escrito en piedra o huella, todo ello, comparte el increíble acto de distinguir dos naturalezas en nosotros. De allí en adelante, ese conocimiento ha sido interpretado, analizado, conceptualizado y normalmente convertido en doctrinas. De allí nacen la mayoría de los libros sagrados de la historia.
Desde entonces, he descartado todo hasta sus cimientos, he estado de acuerdo con muchas doctrinas más no con sus exponentes, sin embargo, nunca he descartado los cimientos de dichas doctrinas. Se trata normalmente de epifanías experimentadas por personas en el transcurso del tiempo, que luego se interpretaron, sea por esas mismas personas o por los adeptos de la doctrina que se desprendiera de ellas.
La sincretoclastía me ha permitido evadir el auto engaño, buscando siempre la razón del "por qué" alguien ha llegado a alguna conclusión, y permitiéndome respetar seria y verdaderamente la convicción de los demás. Se trata de nuestra propia vida. Nadie puede decir en qué debemos creer, y si alguien lo intenta, solo deberíamos aplicar la sinceridad y verificar si de verdad han logrado su cometido de imponernos sus sistemas de creencia.
Muchos entran en una espiral de rebeldía con ésto. Para evitarlo, está la sincretoclastía.
Definamos "sincretoclasta" como: "evitar unir ideas diferentes por su fin común". Las palabras castellanizadas "sincreto" y "clasta" son equivalentes a "unir ideas diferentes" y "romper o evitar". De allí la palabra tal como la utilizamos.
Nuestro carácter científico nos obliga a probar, observar y volver a probar. Esto nos conlleva a convertir el acto de "epifanía" en una práctica habitual, hasta el punto de ejecutarla a cada momento. Si a éstas alturas se encuentra algún parecido con la palabra "arcano", se está en lo correcto. Es en sí un "misterio". No son para nada diferentes, solo son lo mismo en otros idiomas. El mismo significado.
Anhelamos que todo el mundo pueda tener su propia epifanía, y atesorarla, aplicarla en cada momento de la vida en que perdemos nuestra verdadera identidad para convertirnos en nuestras propias reacciones. Es la clave del despertar, del tomar consciencia de nosotros mismos; de explorar aquello que nos adormece; de regresar a nuestro origen; de distinguir nuestras naturalezas.