La Religión como ciencia de "prueba y observación", enmarcada solo en las verdades absolutas. La filosofía como herramienta para resolver el asunto de "Ser". Sophia como aquello que resulta del "conocer", y la "duda inteligente" como crisol de la Fe. La Sincretoclastía como única regla.

  • ¿Sabes qué eres?

    Hay muchos tipos de verdades, pero no son absolutas si poseen alguna otra interpretación. Las “verdades absolutas” serán las mismas en todo, y de ningún modo cambian en su interpretación. "Ser" algo, la "inmanencia", No ser "lo que se tiene", Ser "el que tiene", etc. Son verdades absolutas

  • Auto conócete psicológica y espiritualmente.

    No es cierto que la condición normal del ser humano es ser ateo. La verdad es que el ser humano tiende a distinguirse de lo que le rodea, luego de lo que cree que es, y por último de donde cree que proviene.

  • ¿Seguro que sabes quienes estaban a la derecha e izquierda de Jesús en la última cena?

    Quién era ese discípulo que tanto amaba Jesús al que menciona en Juan 13:23 y dónde estaba sentad@. Dónde el otro, que tan cerca estaba como para compartir el pan de su mano. Juan 13:26 “Respondió Jesús: A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote, el hijo de Simón.”

  • Puede que percibas la fuente, pero eso no quiere decir que en verdad le veas.

    Quienes han estado ante el velo, saben por experiencia – muy frustrante por cierto – que no se puede saber qué o quienes están detrás de el. Aunque se sabe lo que quieren decir, no se les escucha directamente. Les oímos y percibimos en nosotros mismos. No a lo que hay oculto. Solo por el misterio de lo espiritual se percibe lo espiritual, pero aun así, no se ve.

  • Quizás no te lo hayan contado como es.

    Aunque la palabra “αβεραμενθω” (aberamento) solo existe como tal en Copto – es el único idioma en que se ha utilizado – se ha especulado mucho sobre su significado. Es más revelador de lo que imaginas.

El Libro de las Revelaciones - Apocalipsis

 

El Libro de las Revelaciones
 - Apocalipsis -

Introducción:

Es por mucho el libro más temido del canon bíblico, y contrariamente, uno de los que ha causado más curiosidad en la historia escrita.
Titulado “Ἀποκάλυψις” [Apocalipsis] - lo que significa: Ἀπο [Apo]=”no es”, “no aquí”, “lejos”, y κάλυ [cali]=”cubierto”, “oculto”, “tapado” y ψις [psis]=Sufijo de acción, por tanto le llaman “Revelaciones” - y cuya autoría se atribuye al apóstol “Juan” en la isla de Patmos. Cuando fue escrito, no era ni el primero ni el último de su clase. Es parte de un grupo de textos similares escritos por diferentes autores en diferentes épocas, más sin embargo, todos ellos refieren a una misma experiencia.
Quien lo escribió, no fue el único que experimentó tales visiones. Hubo más...
Ahora, ¿son profecías - en el sentido de lo que ha de pasar - o narraciones de algo que pasó, algo que va a acontecer, o mejor dijéramos, debe acontecer?
Rebosante de relatos y eventos alusivos a visiones, experiencias de otros mundos y otras esferas, su entendimiento se ha demorado. Su mensaje aún continúa oculto.
Para nosotros la realidad es otra, ya que poseemos, por decirlo de alguna manera, la “piedra roseta” que bien puede ayudar a desvelar su mensaje.
El sitio, el emplazamiento de los eventos, el dónde ocurren u ocurrirán, ha preñado la imaginación de quienes han intentado entenderlo.
Al parecer, cada uno de los que recibieron la gracia de la cristificación escribió su apocalipsis propio, de los cuales solo unos pocos han sobrevivido hasta nuestros días. Unos escondidos, otros a plena vista.
El escrito de "Revelaciones" que analizaremos a continuación es el que se encuentra en la Biblia Canónica, al final de ella, y al parecer continúa allí por la única razón que tuvo el prelado religioso de necesitar algo con que generar escrúpulos en la fe cristiana, de manera que los fieles tuviesen recato en sus vidas, algo a que temer, amenazados con el juicio final, y lo que ha de acontecer cuando concluyan los tiempos.

Preámbulo:

Como bien sabemos, hoy por hoy, se tiene una mezcla de ideas y conceptos que empañan - y hasta alteran - completamente el entendimiento y la percepción de lo espiritual, y justo por ello, existe una predisposición al respecto del tema apocalíptico, que lejos de ayudar a esclarecer la perspectiva de los estudiosos, solo les nubla, desviando el sentido y el espíritu del mensaje y de su significado, junto al de otras obras que con el mismo título se plasmaron en otros tiempos, aunque hoy apócrifas, para que tengamos la posibilidad de conocerlas y estudiarlas.
Maravillosamente existen textos y códices que refieren de maneras y matices algo diferentes al mismo propósito y fin, y aunque no están completos del todo – en el aspecto de revelar la ruta a transitar hasta su culminación, ellos - dichos textos - detallan el comienzo y cumplimiento de una de tres pautas que en el Apocalipsis se plantean completas. Un camino de tres pasos.
El propio Ser humano como una liturgia de siete misterios, la Gracia del Padre, el perdón de los pecados y el libro de "Pistis Sophia", contienen las exactas mismas claves para el tránsito y culminación del primer tercio de misterios del espíritu, camino que al completarse, desemboca en la liberación de nuestro Ser de las amarras de la materia, y su concupiscencia por ella.
El estudio que presentamos a continuación, el cual no hemos terminado, alberga solo el espíritu y mensaje contenido en el libro de Revelaciones, sin ahondar en los detalles de nombres, sitios, y muchos otros símbolos que requerirían de un estudio que ocuparía casi toda una vida.
Para iniciar, solo basta con colocar la atención de todo en sí mismos, en nuestro cosmos, en donde todo ocurre, y el viaje hacia la renuncia, la comprensión, la ejecución de misterios y el advenimiento de la gracia comienzan.
Sin más preámbulos, pasemos al estudio.

Primer tercio:

Prólogo de la revelación (1:1-3)

1:1 La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y que dio a conocer enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan,
1:2 quien ha dado testimonio de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo, de todo lo que ha visto.

La “Palabra de Dios”, aunque silente, es reflejada en la acción de Jesús Cristo, quien estando vivo detrás del velo de la Luz, vino a la muerte, la existencia, para luego resucitar en la Luz.
Tal testimonio, mediante el “Espíritu que Santifica”, llega a nosotros no para ser escuchado, sino para ser vivido aquí, en nuestra muerte del mundo por una vida verdadera.
Un camino, una senda, algo no recorrido, pero que debe iniciarse justo ahora, aplicando los misterios que solo por experiencia pueden conocerse.

1:3 Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas escritas en ella, porque el tiempo está cerca.

Jesús, en verdad da testimonio de este proceso, pues todo lo aquí narrado, sucedió en su Ser, paso a paso, liberándole de la materia que le imbuía luego de venir a la existencia, y cumpliendo él la promesa del Padre en sí mismo.
Tal prodigio es solo posible si el Espíritu Santo realiza la obra de consumir íntegramente nuestro caos y eones, hasta su culminación.
Los que han sido testigos de la revelación detallada de ésta promesa, comenzaron su camino en ella.
Algunos la escribieron. Otros solo la vivieron.
El testimonio de Jesucristo es en sí la liberación absoluta, el “vencer al mundo” como lo venció él, de manera que no quede en nosotros nada que pueda ser atraído por la materia.
Quien ejecute lo aquí escrito, gozará de la gracia de vivir en sí mismo las pautas de la liberación psicológica, la fusión con el espíritu de Dios. Perder la vida por ganar la vida.
Todo esto - lo escrito en Revelaciones - a manera de visiones de hombre, es representativo de lo que Nuestro Señor vio y experimentó en su transitar por esta tierra, y su posterior ascensión al Padre.

Las siete cartas a las Iglesias – Destinatarios (1:4-8):

1:4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia a vosotros y paz de parte del que es y que era y que ha de venir, y de parte de los siete Espíritus que están delante de su trono,

Es algo inevitable que el Señor complete la obra del Padre, pues, una vez que la inició, tarde o temprano la terminará. Es la verdadera obra, por eso, ha de venir.

1:5 y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos libró de nuestros pecados con su sangre,

El “primogénito de entre los muertos” es Jesús, quien es el primero en vencer absolutamente, el primero en resucitar al espíritu, es decir, aquel que estuvo muerto entre nosotros y volvió a la vida al regresar a su región.
Luego de ascender, su “Espíritu Santo” fue enviado a la tierra a fusionarse en quienes le han hallado, en quienes han recibido el misterio del discernimiento para su ejecución; y es de ahí en adelante que quienes le recibieron y aún le reciben, tienen la gracia de entender y encarnar los misterios de la Luz.
Librarnos con su sangre es exactamente ejecutar los misterios de discernimiento, vencer para luego advenir a la gracia de la vida. Si él no hubiese logrado eso, nosotros no pasaríamos jamás de la primera parte del trino sendero, puesto que mediante el misterio de la percepción, al encarnar su principio - cristo - lo que realmente somos ungidos con él y en él, podremos ejecutar los mismos misterios y así librarnos mediante su experiencia. Su sangre.

1:6 y nos constituyó en un reino, sacerdotes para Dios su Padre; a él sea la gloria y el dominio para siempre jamás. Amén.

La ejecución de los misterios que parten del discernimiento y que desembocan en la renuncia, nos convierte en sacerdotes, cuyo único acto devocional es la búsqueda y consecución de la verdad absoluta.

1:7 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá: aun los que le traspasaron. Todas las tribus de la tierra harán lamentación por él. ¡Sí, amén!

En realidad, al verificarse el apocalipsis en cualquiera de los niveles del Ser, todo aquello que nos conforma le ve, se rinde ante él, le contempla y le ruega, por liberación y perdón. Hay quienes perdiendo la fidelidad que es representada por la fe, entre renegar y maldecir, solo piden el cese del sufrimiento. Estos últimos son los que le han traspasado.

1:8 “Yo soy el Alfa y la Omega,” dice el Señor Dios, “el que es, y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.”

De no entender que todo comienza, gira y resulta en él, no es posible verificar en sí mismo estos misterios.
Si bien pareciese que se trata de algo fuera del ser humano, no lo es.
Todo ocurre dentro del cosmos particular e individual, en el más absoluto incognito para los demás, muy dentro de la persona.
Se trata del mensaje que a través de Juan, y por medio del Ángel de Dios, llega a nuestro Ser, que en el texto se refiere a todos aquellos elementos que conforman nuestra mezcla, es decir, Ser, alma, cuerpos existenciales, egos, potencias y regidores, etc.
En realidad, el mensaje va dirigido al Ser que posee sus siete cuerpos existenciales y de cómo vencerlos, y es por ellos que dice: “todo ojo le verá”, refiriéndose de manera alegórica a las partes que conforman nuestro cosmos, pues aquello que es y ha sido siempre, lo verdadero, será “visto” por todo lo que nos compone.

1:9 Yo Juan, vuestro hermano y copartícipe en la tribulación y en el reino y en la perseverancia en Jesús, estaba en la isla llamada Patmos por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús.
1:10 Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
1:11 que decía: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias: a Efeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardis, a Filadelfia y a Laodicea.”

Esas siete iglesias son los siete cuerpos existenciales, cada uno con sus capacidades y defectos, las siete dimensiones de nuestra psicología particular.
Personalidad, Inclinación, Deseo, Interpretación, Predisposición, Curiosidad y Ego, visto de afuera hacia dentro, larga caída para algo que no pertenece sino a la esfera inmaterial.

1:12 Di vuelta para ver la voz que hablaba conmigo. Y habiéndome vuelto, vi siete candeleros de oro,
1:13 y en medio de los candeleros vi a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una vestidura que le llegaba hasta los pies y tenía el pecho ceñido con un cinto de oro.

“Hijo del Hombre” es una expresión de la época que significa “hijo del espíritu”, “hijo del verdadero Ser”, “Hijo de Dios”.
El “Hombre” es Dios Padre, el espíritu original, el verdadero hombre.
En aquellas épocas era importante definir tal cosa, porque de esa manera se definía el origen espiritual, la fuente, al Padre. Una forma de establecer una genealogía divina.

1:14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve, y sus ojos eran como llama de fuego.
1:15 Sus pies eran semejantes al bronce bruñido, ardiente como en un horno. Su voz era como el estruendo de muchas aguas.
1:16 Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos. Su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
1:17 Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y puso sobre mí su mano derecha y me dijo: “No temas. Yo soy el primero y el último,
1:18 el que vive. Estuve muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.

El primero y el último, la eternidad y la pre-existencia, lo engendrado, no creado.
Él es el Primero en resucitar, y será siempre quien resucite en nosotros, por lo que también será el último, ya que hasta que se complete “el número de almas perfectas”, es él quien hace la obra en todos.
“Por el Cristo, con él y en él”, es un gran misterio que solo lo comprende quien lo recibe.
Ciertamente, posee las llaves – los misterios – que permitirán nuestra libertad.

1:19 Así que, escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de éstas.
1:20 En cuanto al misterio de las siete estrellas que has visto en mi mano derecha, y de los siete candeleros de oro: Las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros son las siete iglesias.

Así como Eva tiene en su composición una costilla de Adán, así cada uno de los vehículos de expresión del Ser tiene su partícula espiritual que le sustenta; una estrella por un candelero.
Ahora, las claves – misterios – perfectas del Señor para vencer en cada uno de los niveles psicológicos de nuestra existencia, son dadas a quien puede escuchar la voz del espíritu, la cual no se percibe ni por sentidos físicos ni de alma, sino de espíritu.
Debe la persona discernirse como “lo que ‘es’ antes que fueran los cinco sentidos, mente, sentimiento y razón”

1ra Iglesia. Carta a la Iglesia de Éfeso (2:1-7)

2:1 “Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que camina en medio de los siete candeleros de oro, dice estas cosas:

El ángel de la iglesia de Éfeso corresponde al cuerpo físico, en pugna con la personalidad.
¿Quién puede caminar entre los candeleros?, si no es aquel que puede, como un fuego abrazador, encender todas las flamas y todas las cosas de nuestro mundo particular. Él es quien escudriña. Su Espíritu Santo en nosotros.

2:2 Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu perseverancia; que no puedes soportar a los malos, que has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y que los has hallado mentirosos.

Discernimiento...
Para esto, evidentemente la persona no se deja engañar por las doctrinas que no cumplen con la percepción de la inmanencia, es decir, la percepción del origen espiritual, ya que cada quien interpreta la religión de acuerdo a lo que cree que es semejante a Dios, es decir, que si se cree en un dios físico o figurado, antropomorfo o deidad, pues se busca a ese dios en las formas, más si se percibe a Dios como una “seidad” impersonal, y en semejanza con nuestro espíritu o Ser, se buscará en lo elevado, en las no formas, en la no existencia, mucho más allá del silencio, antes de que se forman las palabras.
Cada vértebra posee un cúmulo de memoria formada por mercurio seco, toda una gama de sensaciones, emociones, percepciones sensoriales reactivas a nuestra psicología. Todas mentiras, todas ellas son impresiones no transformadas.
Ese mercurio – llamado así por su parecido al metal – seco como roca, como estatuas representativas de nuestras experiencias conscientes e inconscientes, aparenta revivir con la fuente de una atención que se pose en ello voluntariamente o no, lo que genera el revivir de la experiencia que lo secó.
Es equivalente también a un coagulo material. Es experiencia coagulada.

2:3 Además, sé que tienes perseverancia, que has sufrido por causa de mi nombre y que no has desfallecido.

Luz, Amor, Vida, Libertad y Triunfo, en la potencia de Thelema – la voluntad consciente de lo que realmente somos – evidentemente tiene que producir terribles sufrimientos, humillaciones y dolores morales.
En el transcurso del diario vivir – “a cada día le basta su afán” –, van apareciendo infinidad de escenas psicológicas que nos hacen obedecer a un comportamiento programado en nuestra memoria, y al momento de darse la identificación, en auto observancia – luz –, buscamos la  percepción espiritual – amor –, ejecutamos el misterio cual es sencillamente arrebatar la atención del evento cueste lo que cueste – vida –, para luego desapegarse en percepción y contemplación de nuestro propio Ser – libertad –, con la eventual transustanciación al lograr refrenar el impulso del cuerpo físico de querer volver a la escena, vivirla, sentirla – triunfo.
Thelema, no es la necia voluntad humana. Es la potencia de resistir, de decidir, que adviene al asomarse en el mundo espiritual, es el resultado del control que ejerce el Señor en nosotros y nuestro destino, al arrebatar un tercio de la fuerza y dominio de los regidores – potencias grabadas en nuestros propios genes.
Resistir primero a la impulso de volver al error, luego resistir al error y por último resistir a su existencia, he ahí las pautas trinas.
Cada cuerpo tiene su regidor, ataduras cual las de una marioneta que nos conducen karmicamente a desembocar en circunstancias de acuerdo a nuestro destino, que no es más que la inclinación que tenemos a reaccionar a eventos de la manera programada por nuestras anteriores reacciones.
El destino es sencillamente una conducción a circunstancias, es lo que las impulsa hacia nosotros.
“Por esta causa he traído las llaves de los misterios del Reino de los cielos, de otra manera nadie podría ser salvo. Porque sin los misterios, ninguno entraría en el Reino de la Luz aunque fuera justo o pecador.”
“’El que busca encuentra, tocad y se os abrirá; porque el que busca la verdad la encontrará y al que toca se le abrirá.’, porque yo he dicho a todos los hombres: ‘Buscad los misterios del Reino de la Luz que os purificarán, os perfeccionarán y os conducirán hacia la Luz.’”, dice el Señor en Pistis Sophia.
Gracias a que el Salvador ha arrebatado la capacidad del poder total a los regidores dejando solo una fracción – fuerzas mecánicas que obligan a los cuerpos a efectuar misterios que no les corresponde –, y ha traído los misterios de la Luz, es que podemos ser salvados y ayudados con la “voluntad del Ser”, Thelema.

2:4 “Sin embargo, tengo contra ti que has dejado tu primer amor.

El primer amor es el misterio de la percepción – dado en gracia a quienes renuncian a “lo que se mueve” con la intención de descubrir “lo quieto” –, ya que la personalidad ha sustituido la propia concepción de Ser, por consiguiente se auto ignora.
Quien se percibe a sí mismo como materia, se alimentará de materia, pero quien se percibe como Ser espiritual, solo anhela alimento espiritual.
“¡Oh!, Luz de luces, en quien he tenido fe desde el principio; escúchame ahora, ¡Oh Luz!, en mi arrepentimiento, ¡Sálvame!, ¡Oh Luz!, pues han entrado en mí malos pensamientos.” dice Pistis Sofía en su primer arrepentimiento, anunciando que en ella se han ejecutados misterios de creación material, ajenos a su naturaleza espiritual.

2:5 Recuerda, por tanto, de dónde has caído. ¡Arrepiéntete! Y haz las primeras obras. De lo contrario, yo vendré pronto a ti y quitaré tu candelero de su lugar, si no te arrepientes.

“He permanecido llorando; mi garganta está muda y mis ojos se han marchitado, esperando pacientemente por Dios” dice David en su salmo LXIX.
Es necesario que el fantasma del tiempo se borre de nuestra percepción de nosotros mismos, renunciando a la personalidad, a las costumbres, a lo instintivo, al roce e impuro frotamiento.
Así como las rodillas del Señor se doblaron por el peso de la cruz camino al Gólgota, así sucederá también con las del que en esfuerzos más allá de su imaginación renuncia a seguir en contemplación de lo falso, mientras busca permanecer en esos primeros pasos en percepción de su Ser.

2:6 “Pero tienes esto: que aborreces los hechos de los nicolaítas, que yo también aborrezco.

Las obras de los “nicolaítas” consisten en alimentarse de sus propias creaciones, es decir, ofrecer materia a la materia y luego devorarla, o como dijéramos, alimentarse con los panes de la ofrenda a los dioses falsos.
Ofrecer sacrificio a ídolos y luego en acto de mentira y robo, alimentarse de tales sacrificios es obra nicolaíta, y para ser más claros, es ofrecer una sensación como sacrificio para lograr refrenar un impulso mientras tal sensación es procurada. Se trata de una doble moral.
Emanar materia, sea la simiente, sensual, mental o emocional, con el propósito de alimentar un deseo es fornicación, y es un acto nicolaíta.

2:7 “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venza le daré de comer del árbol de la vida que está en medio del paraíso de Dios.

Comer del árbol de la vida significa advenir a una existencia real, no fantasmal, alimentándose de la silente palabra del espíritu, que para el que nunca la ha escuchado no es más que silencio, pero con sapiencia.
Una señal es dada por el que ejecuta éste misterio, vista solo en lo espiritual. Al principio, cuando da sus primero pasos de aplicar el discernimiento, y de resistir a mirar con la intención de absorber experiencia, entonces, en la tierra verdadera es vista tal señal y seguida de cerca. Al completar el misterio, el tal – el misterio – se transforma en un niño recién nacido a quien Herodes necesita matar a como dé lugar.
Mediante el verdadero arcano – misterio – se vence el vicio nicolaíta de agregar rabia a la rabia, placer al placer, gusto por el gusto, pérdida de la percepción del Ser por búsqueda de frotamiento. Adviene el despertar del Ser descubriéndose a sí mismo de entre la materia, aunque aún atrapado en ella, tal Ser se auto descubre, se re encuentra, encuentra la palabra perdida, adviene despierto en ese instante como un Ser real y vivo espiritualmente, aunque todavía tenga peligro de volver a morir.
Quienes encarnan estos misterios, rápidamente descubren que son una clave y la manera en que se ejecutan tales misterios, y por consiguiente, aprenden a aplicarlo en todas partes y en todo momento, inclusive en el lecho nupcial.
Estar muerto es estar dormido espiritualmente.
El que despierta el discernimiento, puede perderlo si vende su libertad a precio de placer.
La advertencia para ésta iglesia y la siguiente es: que tanto el cuerpo físico como el vital, al momento de la muerte – deceso – se pierden y no retornan, es decir, son cuerpos descartables, por lo tanto, a pesar de haber logrado tener una percepción de lo real en dichos niveles, tal puede perderse si no se conquista algo más trascendental.


2da Iglesia. Carta a la Iglesia de Esmirna (2:8-11)

2:8 “Escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el último, el que estuvo muerto y vivió, dice estas cosas:

El ángel de la iglesia de Esmirna corresponde al cuerpo vital, en pugna con la expresión corporal y ciertos instintos.
“El que estuvo muerto y vivió” es el Señor. Mientras estuvo entre nosotros fue como estar entre los muertos, y cuando resucitó espiritualmente, regresó a la vida verdadera, a su origen.

2:9 Yo conozco tu tribulación y tu pobreza—aunque eres rico—, y la blasfemia de los que dicen ser judíos y no lo son; más bien, son sinagoga de Satanás.

En apariencia, el cuerpo vital no ofrece mucha diferencia del físico en la forma de expresar lo subjetivo, más sin embargo, es el enlace entre nuestros procesos psicoegóicos y nuestras acciones y reacciones corporales.
Para muchos, es sencillamente una especie de relleno entre lo astral y lo físico, entre la experimentación psicológica y la acción, el deseo y la manifestación, algo así como una sombra, un halo, más sin embargo, posee – tal como el físico – anatomía, capacidades y regidores que corresponden con el misterio de su nivel.
Los cuerpos físico y vital son efímeros. Solo existen como parte del alma humana hasta la muerte del cuerpo físico. Luego de eso, se pierden y descomponen, junto con sus reacciones, sus costumbres, sus idiomas, gestos, etc. Por eso la expresión “de la blasfemia de los que dicen ser Judíos y no lo son…”.

2:10 No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer. He aquí, el diablo va a echar a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.

Este cuerpo tiene un efecto tremendo e instintivo en nosotros, cual es el de defenderse.
Basta con acusar a alguien, y él se activará automáticamente saltando como resorte, para producir y generar actitudes, comportamientos y reacciones en su defensa.
En realidad, el arcano o misterio de éste cuerpo está en refrenar el impulso de defenderse a sí mismo. Esta es la clave para la muerte psicológica en este cuerpo.
“Pues todas las emanaciones de Obstinado me han quitado todo mi poder luz y me han derrotado. Ellas – las emanaciones – deseaban arrebatarme toda mi luz, por completo, y vigilan mi poder. Unas a otras se dicen: 'La Luz la ha abandonado. Capturémosla y arrebatémosle toda la luz que hay en ella'” llora Pistis Sophia en su segundo arrepentimiento cuando impotente ante la ferocidad del poder Rostro de León y sus emanaciones cae presa.
Al igual que el cuerpo físico, el vital cuenta con 33 nódulos donde se guardan valores energéticos equivalentes a nuestras experiencias desde el día de nuestra concepción, cosa que se traduce en “regidores” inconscientes que constantemente inundan nuestro comportamiento con reacciones preconcebidas.
Su impulso – al que hay que refrenar –, es justamente esa inclinación de cambio o incomodidad que se percibe cuando se hace algo de la manera no acostumbrada, como por ejemplo, cruzar los brazos al revés de cómo lo hacemos siempre, o acostarnos del lado contrario al habitual, etc.
Lógicamente, debe haber justo en el instante anterior a su manifestación la experiencia psicológica de una escena – imágenes, sensaciones y emociones – que le producen, reconociéndose como una especie de fuerza que procura gesticular y presentar un lenguaje corporal acorde con lo que se está viviendo en el momento.
Si somos insultados, es lo que ocurre justamente entre la interpretación de lo que nos ofende y la contracción y gesticulación del cuerpo físico.

2:11 “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venza, jamás recibirá daño de la muerte segunda.

Coronando éste misterio, se entra en el discernimiento del Deseo, ya en un cuerpo o dimensión no descartable, cual es el astral.
Quiero aclarar que todo esto se procesa en el diario vivir. Las siete dimensiones de la manifestación existencial del espíritu son concurrentes.
Cada vez que morimos sin haber logrado el arcano o misterio del cuerpo vital, perdemos todo lo hecho y aprendido en la vida. 

3ra Iglesia. Carta a la Iglesia de Pérgamo (2:12-17)

2:12 “Escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice estas cosas:
2:13 Yo conozco dónde habitas: donde está el trono de Satanás. Y retienes mi nombre y no has negado mi fe, aun en los días de Antipas, mi testigo fiel, quien fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás.

Sabemos por experiencia directa que nuestra manera de expresarnos en la materia es mediante siete niveles o mundos, comúnmente conocidos como: físico, vital, astral, mental, causal, búdico y atmico, y cada uno representa un peldaño en nuestra psicología – de acuerdo a nuestra cosmovisión –, cuales son la personalidad, la inclinación, el deseo, la interpretación, la predisposición, la curiosidad y lo que creemos que somos.
Estos mundos o niveles se han ido descubriendo poco a poco, uno por uno, desde que alguna vez perdiéramos la consciencia, hasta nuestros días.
Hasta hace unos 40 años, se creía que el átmico era lo más elevado del ser humano, y resultó ser tan material, tan una pertenencia de lo que se es, como los demás cuerpos.
La Iglesia de Pérgamo corresponde al mundo astral, de los deseos, de las experimentaciones psicológicas, donde nuestra imaginación se hace experiencia vívida, y de hecho, produce comportamientos cónsonos con lo que nos imaginamos.
Satanás - el contrario - , es el deseo, que no es más que una experiencia psicológica que produce reacciones en los cuerpos vital y físico, las cuales normalmente son tomadas como ciertas y reales por la mente, para volver a asociar, tomando como base lo experimentado.
El problema con el deseo no es la experiencia que produce, sino el creerla real. Es el identificarse con ello, con lo que se cree que se está viviendo. En el arcano correspondiente con ésta iglesia, en su primera fase, solo podemos quitarle la atención, moviéndola al tiempo que reunimos todas nuestras fuerzas para concentrarnos en no ser jalados de nuevo hacia la vívida hipnosis que genera.
A estas alturas, la persona sufre muchísimo por la potencia del poder del deseo.
Refrenar el impulso a sumergirse en lo que se está viviendo, a sentir reacciones cuando se experimenta psicológicamente un recuerdo, un disgusto, un aroma, una sensación, en fin, cualquier escena llena de imágenes, sensaciones y emociones, es la clave.
Antipas no negó nunca al Señor, y murió entre llamas por ello. Jamás cedió.
No ceder es la clave. No embutir nuestra atención en lo que se produce al vivir algo en la imaginación.
Es necesario para despertar en éste mundo el acostumbrarse a quitarle la atención a toda experiencia psicológica que se presente, buscando vivir el momento lo más lúcido posible. Es por mucho el más intenso de los mundos.

2:14 “Sin embargo, tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes allí a algunos que se adhieren a la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo delante de los hijos de Israel, a comer de lo sacrificado a los ídolos y a cometer inmoralidad sexual.
2:15 Asimismo, tú también tienes a los que se adhieren a la doctrina de los nicolaítas.

El tropiezo es experimentar psicológicamente, porque dicha experiencia conlleva a querer concretar en el físico. Por eso se llama deseo, porque aún no se concreta. Es igual que imaginar comer un helado. Es la misma cosa. Vivirlo en el fuero interno, pero no poderlo disfrutar en la realidad es un estado de deseo frustrado. Cosa que es peor.
Llenarnos de deseos no concretados es convertirse en personas frustradas, oscuras.
Debemos considerar que toda reacción inconsciente y mecánica basada en una experiencia psicológica es un defecto, una ilusión.
Observando todos los elementos que componen una escena, es decir, rostros, objetos, sonidos, sensaciones, emociones y sentimientos, y estando atentos a cómo ese conjunto de elementos pretende generar de nuevo más experiencia, es decir, más sensaciones, más emociones, más imágenes, etc., como si en realidad todo ello estuviera pasando; intentemos refrenar su poder atractivo a revivir mecánicamente, que jala nuestra atención a  lo que creemos que está pasando, y podremos ver, cómo una fuerza terrible procura traernos de nuevo a la escena. Ese es el impulso del deseo, y es lo que hay que refrenar.
La clave de refrenar es siempre la misma, siempre igual en todas las esferas y durante este tercio del camino. Retirar la atención del poder hipnótico de lo que la absorbe.
Cada tercio tiene su afán.

2:16 Por tanto, ¡arrepiéntete! Pues de lo contrario vendré pronto a ti y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.

No es malo para nada que no pudiendo lograr el arrepentimiento, que es el resultado de una sincera auto observación, el Señor luche por nosotros contra eso que nos engaña, siempre y cuando, no cometamos el error de querer probar de cualquier manera el deseo. Ni siquiera de una manera disimulada.
Si bien es cierto que no es recomendable, casi seguro es que en algunos momentos ha de suceder así, ya que quizás, nosotros solo debemos “querer” discernir, y el Salvador hará su obra de ir develando, enseñando, explicando y cristificando por donde va pasando su espíritu santificador de discernimiento, justo en medio del huerto.
En el 3er arrepentimiento de Pistis Sophia, el Ser solicita exactamente eso. “Ojalá que mis enemigos sean derribados y hechos  pedazos”, orar, mucho orar.
Beethoven, en su 3ra sinfonía llamada la “Heroica”, no podía hacer otra cosa que componer para la muerte, para la separación y el discernimiento.
En el 2do movimiento de esa sinfonía, la marcha fúnebre, se halla una cátedra de discernimiento, donde tres elementos revolotean entre las melodías, precipitándose dos de ellos al sepulcro, y un tercero ascendiendo hasta perderse de vista en la más maravillosa expresión tonal de inspiración divina musical. Aunque al principio las tres parecen una sola, resulta espectacular presenciar la separación de dichas melodías, y más el efecto que ello produce en nuestra psiquis.

2:17 “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venza le daré de comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, que nadie conoce sino el que lo recibe.

La piedrecita a la que se refiere el Señor es el advenimiento a la vida real y eterna, pues, antes de esto, todo el proceso pudiese desperdiciarse si se pierden los cuerpos descartables, y se rompe la continuidad.
Una cosa es haber vencido al impulso en lo físico y en lo vital – gracias a los dos primeros misterios de ejecución –,  y otra muy distinta, es vencer el terrible poder hipnótico del deseo.

4ta Iglesia. Carta a la Iglesia de Tiatira (2:18-29)

2:18 “Escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, que tiene sus ojos como llama de fuego y sus pies semejantes al bronce bruñido, dice estas cosas:
2:19 Yo conozco tus obras, tu amor, tu fidelidad, tu servicio y tu perseverancia; y que tus últimas obras son mejores que las primeras.
2:20 “Sin embargo, tengo contra ti que toleras a la mujer Jezabel, que dice ser profetisa, y enseña y seduce a mis siervos a cometer inmoralidad sexual y a comer lo sacrificado a los ídolos.

El espíritu del Señor, el Santo Espíritu, es quien silentemente va vértebra por vértebra mostrándonos lo que cada día es necesario ver de nosotros mismos, de nuestros recuerdos, de nuestro “mercurio seco”, de nuestro karma, por lo que buscar por propia voluntad revivir escenas del pasado con la intensión de “dizque trabajar” con ellas, es un autoengaño que no va a parar a nada bueno.
La Iglesia de Tiatira representa a los procesos psicológicos del cuerpo mental; al mundo de las asociaciones psicológicas, al ruido, a la equivalencia.
La tolerancia a los procesos razonativos es sueño.
La mente, es ese nivel de nuestra psiquis que se encuentra – en el proceso de la creación de nuestros pensamientos – justo después de la “disposición” y antes de la imaginación. Es allí donde se forman las palabras, las imágenes, las ideas. Es absolutamente dependiente de la voluntad – sea ésta consciente o mecánica –, ya que asocia de acuerdo a la predisposición de nuestro humor.
Puede hilar secuencias de pensamientos asociados por parecidos u opuestos, que desembocan en historias, relatos, conclusiones e interpretaciones fantasiosas si se lo permitimos.
Poseemos la mente. No somos ella.
Los procesos de la mente están basados en la “ley de asociaciones psicológicas”. Esta ley es completamente mecánica y produce secuencias de escenas, que si no estamos conscientes, resultan en engaño.
El cuerpo mental, es similar a un estómago. Mientras reciba alimento, procesa y procesa asociaciones y derivaciones sin detenerse, generando a su vez experiencias psicológicas que por consiguiente obligan – mediante estímulos – al cuerpo físico a responder, y éstas respuestas, por último, conllevan a volver a asociar, lo que termina por completar un círculo vicioso que genera conductas y comportamientos.

2:21 Le he dado tiempo para que se arrepienta, y no quiere arrepentirse de su inmoralidad.
2:22 He aquí, yo la echo en cama, y a los que con ella adulteran, en muy grande tribulación, a menos que se arrepientan de las obras de ella.

La mente es el nivel del alma donde se interpretan formas y símbolos. Su rango es sencillamente constitutivo de las funciones y capacidades del ser humano para manifestarse y relacionarse con el mundo, y su único problema es que procesa todo lo que cae en ella, sin distinción, mas sin embargo, dichos procesos solo pueden darse entre elementos conocidos por ella, y en la primera fase de éste misterio, debemos arrebatar la atención que se absorbe en ella, cosa que puede lograrse enfocándonos – nuestra atención, consciente y voluntariamente – en cualquier cosa ajena al proceso que ejecuta en el momento.
El arcano de éste nivel es refrenar el impulso de asociación. El refreno del impulso a asociar resulta en disociación, lo cual es maravilloso para aquellos que sufren por no poder experimentar las cosas tal como realmente son. Al disociar lo falso, se conoce la realidad.

2:23 Y a sus hijos mataré con penosa muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriño la mente y el corazón. Y os daré a cada uno de vosotros conforme a vuestras obras.

En la simbología bíblica, la vida es lo espiritual, y lo material es la muerte. Solo el espíritu tiene vida verdadera, y lo material es efímero y muerto. Por eso, el resultado de la mecánica mental será muerta por la verdad del discernimiento.
“Debemos permanecer alertas y vigilantes como el vigía en época de guerra.” dice el que vigila los pensamientos del oficiante.
“¡Huye demonio de cara de cocodrilo!, ¡tú cuya morada está en el oeste! Sé que te alimentas de los signos del zodiaco, sabe pues que yo traigo en mi corazón lo que tu más detestas.” Ésta y las subsiguientes frases que rezan el llamado “Libro de los Muertos” egipcio, constituyen en si la clave del 4to misterio para vencer la mente. Ella solo se detiene ante lo que poseemos en nuestros corazones, es decir la palabra perdida, el sabernos Ser, el estado de auto percepción.
“Los signos del zodíaco” son las experiencias registradas en nuestra psiquis, las cuales usa la mente para sus procesos. Doce aeones de destino y karma.
Lo que “yo traigo en mi corazón”, es el discernimiento proporcionado por la percepción del propio Ser, y colocando nuestra atención en lo que realmente somos, más allá de donde se forman las palabras, la mente deja de ser alimentada y la mecánica se detiene. Entramos en paz.
En la percepción del Ser, toda materia se disuelve, desaparece, aunque por los momentos, bien vale solo quitarle la atención.

2:24 “Pero a los demás en Tiatira, a cuantos no tienen esta doctrina, quienes no han conocido las cosas profundas de Satanás (como las llaman), os digo: No os impongo ninguna carga más.
2:25 Solamente aferraos a lo que tenéis, hasta que yo venga.

Las asociaciones psicológicas resultan en experimentaciones psicológicas, y al refrenar el impulso de seguir asociando, tales experiencias cesan, se detienen, no se alimentan, pierden fuerza.
Aferrados al Ser, a la percepción de Ser, el proceso mecánico se detiene.

2:26 Al que venza y guarde mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones,
2:27 —él las guiará con cetro de hierro; como vaso de alfarero son quebradas—, así como yo también he recibido de mi Padre.
2:28 Además, yo le daré la estrella de la mañana.

“¡Mira!, mi rostro ha quedado sin velo, mi corazón está en el lugar que debe estar, y mi cabeza  se adorna con la corona de serpientes.”
Esto y otras cosas más suceden al que corona el 4to misterio de afuera hacia dentro. Puede comprender los infinitos, el cómo trabaja en nosotros el espíritu santo y miles de otras cosas más, puesto que el Señor ha cristificado su mente, y ahora su mente puede ser “escrita” por el espíritu.
Regir las naciones, poder neutralizar el comportamiento errático dictado por las asociaciones psicológicas, es maravilloso.

2:29 “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.


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Mi Credo.


Mi Credo.



Creo en Dios Padre, a quien solo por su Gracia puede percibírsele, y en su Amor como única manera de acercarnos a Él.

Creo en Cristo Jesús, quien como Espíritu se funde en el nuestro, haciéndonos hijos del Padre y coherederos con Él.

Creo en el Espíritu que Santifica, quien venido a nosotros por la Gracia del Padre, nos unge con la Vida, la Luz y la Verdad, para el Bautismo y Discernimiento, quien en nuestras almas se convierte en un fuego de Sabiduría, Consuelo y Liberación.

Creo en Cristo como sustancia espiritual.

Creo en el Espíritu Humano, que fue hecho a imagen y semejanza de Dios Padre.

Creo en la esencia y naturaleza divina del Alma Humana, cuyo único fin al ser purificada es el milagro de la Transustanciación.

Creo en la Redención y el Perdón de los pecados.

Creo que la única Obra es amar a Dios por sobre todas las cosas.

Creo en el libre albedrío, para que solo por amor ejecutemos la Obra.

Creo en la vida espiritual como una continuidad, cuyo único principio y fin es Dios.

Creo y reconozco que el pecado está en la apetencia por la materia y el mundo.

Creo que en el Padre todos somos uno.


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Carta a Kalev: La muerte de Yehudáh (La muerte de Judas)


¡Solo renunciando a la vida se obtiene la vida!
Los misterios del Bautismo, la Cercanía y de la Renuncia.

La muerte de Yehudáh
(La muerte de Judas)

Preámbulo.

Uno de los personajes más odiados de la historia, y al mismo tiempo – quizás – uno de los más enigmáticos.
Nos hemos atrevido a fabular los últimos momentos de la vida de Yehudáh de Kariot – Judas Iscariote.
¿Qué creía él?
¿Qué pensaba acerca de todo lo que escuchó, de lo que vio y de lo que vivió?
¿En verdad traicionó a Yehoshúa – Jesús de Nazaret –, o sencillamente cumplió con el papel para el cual muchos afirman que estaba suficientemente preparado?
Uno de los hombres más afortunados de todos los tiempos – por haber compartido con el ser más maravilloso del que se tenga registro – fue, al mismo tiempo, el instrumento mediante el cual se condujo a la muerte en la cruz a quien tanto le amó.
Él fue el que le “entregó”.
¿Odió o amó al que le “prestó” la luz con la que seguramente conoció su propio espíritu?
Quizás pudo ser como lo contamos o quizás no. Eso solo lo sabe Dios, pero lo que sí sabemos es que nada señala exactamente lo que pasó. Solo sabemos el resultado final.
¿Y… si… nos lo han contado?
¿Qué tal, el haberlo leído en una carta, cuyo remitente no solo quedó lejos en la distancia sino también en el tiempo?
Ésta es la historia de la última tarde de Yehudáh de Kariot – Judas Iscariote –, a quien un hebreo le vendió la concesión  – como era la costumbre – de unos terrenos ociosos a las afueras de Jerusalem. Éste último, al quedar consternado por lo que escuchó mientras conversaban, redacta una carta transcribiendo los discursos y los sucesos de aquella tarde.
La carta, dirigida a un tal Kalev, contiene las razones de la traición confesadas por el mismo Yehudáh en esos momentos.
Kalev, quien debiera leerla dos mil años más tarde – puesto que aún no nacía –, antes del final de los tiempos, resulta ser el último retorno del espíritu que habitó en Yehudáh en aquella ocasión.
Las letras en dicha carta, inscritas en la mismísima sustancia de la consciencia que se encuentra más allá del tiempo, narra la pretendida verdad. Una, que solo serviría para exculpar, pero al mismo tiempo, condenar al que en la cena de la noche anterior compartió “literalmente” el mismo pan que seguramente fue el último bocado del Salvador.
Da Vinci lo supo. Quizás leyó la misma carta. Quizás lo infirió.
A la izquierda del Señor, en actitud de asombro y rechazo, permanece retratado el traidor.

Carta a Kalev.

Introducción:

…Mi querido Kalev.
Extraño fue lo que un hombre me contara antes de acabar con su propia vida.
Deja que te detalle las locuras inentendibles de una triste y delirante alma en pena, que a pesar de afirmar que sobre él recayera la gran bendición del cielo, esa misma, le ocasionaba la más profunda de las aflicciones, por lo que sufría grandemente, y no probaría el consuelo sino hasta el final de los tiempos.
Esto que he de narrarte, ocurrió en el transcurso de unos días, hacia el final de las fiestas, y he tomado la disposición de escribírtelo, porque las palabras y las ideas de aquel hombre del que se trata lo que he de narrarte, aún resuenan en mis pensamientos de día y de noche; y aunque no puedo concebir creer en lo que me dijo (pues, mi carácter y nuestras costumbres son adversas y me indican que solo son locuras), en lo profundo del corazón acepto aquello, y resignado en silencio y sin poder entender hasta ahora nada de tal prédica, que aunque maravillosa luce terrible, ahora la tengo por testamento para apoyar mi cabeza en la hora del sueño.
Aunque fuese un desconocido para mí, pues nunca antes le vi, su muerte y la manera en que ocurrió agobiaron mi alma, afligiéndome aún más el pensar que aquel hombre dejara esta tierra creyendo que su verdadera aflicción y sufrimiento realmente no habían comenzado todavía a pesar de lo vivido, sino que como creen los Perushim – Fariseos – , él también cree en una vida postrera, en la que le acontecería el verdadero sufrimiento.
En verdad creía él saberse con mayores pesares para el mañana que los que ahora sufrió; para los tiempos en que las palabras de un tal Yehoshúa serían entendidas.
Ahora y por tanto, te relato las cosas tal como pasaron, pues, las recuerdo como si fuese ayer, aunque ha pasado algún tiempo ya.

La historia:

Llega a mí este hombre, nervioso y agobiado, con la firme intención de comprarme un pequeño terreno el cual mi familia no atendía desde hacía algún tiempo y estaba ocioso.
Luego de llegar a un acuerdo, me pagó en peso de plata lo justo por el terreno, se levantó para irse, más cuando pasaba por el dintel de la puerta de mi casa, cayó desplomado sobre sus rodillas, y ladeándose sobre un costado comenzó a llorar amargamente.
Me apresuré en su ayuda y me acerqué de inmediato a ver qué le ocurría, pero en sus sollozos solo se le escuchaba decir repetidas veces:
– “¿…por qué…, por qué hube de desconocerte…, por qué te desconocí?”
Y mientras le preguntaba con respecto a quién se refería, él, con el rostro cubierto por sus manos me respondió en un tono algo fuerte:
– “¡Al único semejante que he conocido!…”
Aquella respuesta me tomó por sorpresa, aturdiéndome mientras pensaba rápidamente si tal cosa tenía sentido, y tomándolo por los brazos le ayudé a levantarse, lo llevé adentro y lo senté de nuevo en el salón donde habíamos recién cerrado el trato de los terrenos.
– “Solo era luz prestada…”, “Solo era luz prestada…” decía ahora con las manos sobre la cabeza, mientras escondía la cara entre sus rodillas y gemía entre murmullos y balbuceos.
Pensé que mejor sería calmarlo antes que entenderlo, para lo cual llamé a mi esposa para que preparara con urgencia una bebida con especias que le calmaran el ánimo, puesto que los temblores de sus manos y los quebrantos de su voz, le hacían parecer como si padeciera del más terrible de los dolores que hombre alguno pudiese soportar.
No había nada que trajese a este personaje de vuelta a nuestro mundo de entre su tragedia, pues hundido en sus propias lamentaciones sollozaba y se lamentaba cuestionándose repetidas veces de la misma manera.
Mi esposa hubo de aparecerse al rato con lo que le pedí en dos tazas, una para él y la otra para mí.
Tomé la taza que era para él, y al acercársela a los labios, entre lágrimas, apuró su contenido después de lo cual se comenzó a calmar.

La confesión:

Respirando más tranquilo, ya no tan entrecortado, levantó los ojos, y mirándome  dijo:
– “He odiado al que me da la vida, y he tenido celos del que me da el entender.”
– ¿De qué hablas? – le pregunté.
– ¿Qué puede ser eso que dices que te cause tanto dolor, y te ponga en ese estado?
– “Si te dijera…” – continuó – “que aquel de dónde venimos, nuestra fuente, ha estado entre nosotros y yo le he conocido.”
– “Si te dijera…, que al acercárseme, pude verme en él y a él en mí.”
Cuando me decía esas palabras, pensé que realmente estaba loco, y que sufría tormentos de espíritus inmundos, que le retorcían el alma y le hacían ver cosas, pero por el solo hecho de curiosidad, le dejé que se desahogara hablando, por lo que acabé escuchando cosas que aun no entiendo, pero que arrebatan mi alma colocándome entre dos aguas que hasta ahora no logro reconciliar.

Del don del discernimiento espiritual:

– “He visto en él la paz de mi alma, pero también le he confundido como a un hombre” – dijo.
– “Imagínate hermano…” – agregó- “que cuando él me vio por primera vez supe que yo era doble, y que mi querer y mi mente eran una, y mi reposo y mi silencio eran otra.”
Aún sin haber entendido lo anterior, continuó y dijo:
– “Le escuché decir que él traería fuego a este mundo, para separar lo que no es de la misma naturaleza.”.

La verdadera gracia del espíritu:

– “Siempre fui un seguidor de hombres y profetas, y nunca tuve otro premio que lo que de éste mundo esos hombres y esos profetas pudieron ofrecerme…, más éste del que te digo…, le seguí, porque fue como verme a mí mismo reflejado en él, pero sin penas.”
– Ah, ya veo – le dije –, ¡eres uno de esos inquietos que siguen profetas!
Me observó con cierta soberbia y entonces me dijo:
– “¡Aún no me entiendes!, pues no te he dicho lo concerniente a estas cosas.”.

La explicación del mensaje:

Entonces, con una nueva fuerza y como observando algo dentro de sus pensamientos me dijo:
– “Nadie que siga a hombre tendrá premio de Dios.”
– “Aquel que siga según la forma a otro hombre, será maldito por cuanto no sabe diferenciarse a sí mismo lo que es de lo que ve.”
Debo confesarte Kalev, que aquello cada vez tenía menos sentido para mí, porque lo que decía parecía juego de palabras.

Del re-descubrimiento:

– “Yo y los otros” – continuó con un rostro más iluminado – “vimos en él nuestro propio espíritu, y mientras estábamos cerca de su entorno, teníamos un entendimiento que no puedo explicar cómo, pero tanto lo terreno como lo celestial estaban a nuestro alcance.”
– “El devolvió a los ciegos la vista, pero a nosotros, los que andábamos con él, nos dio el poder ver nuestro origen y reconocerlo en él.”
– “El resucitó a  los muertos, mas a nosotros nos trajo a una vida verdadera que ahora sabemos que no recordábamos.”
– “Su inocencia nos hizo descubrir nuestra inocencia, y su espíritu nos hizo descubrir el nuestro.”
Replicando, y sin poder contenerme le interrumpí diciendo:
– ¿Pero es acaso un mago ese al que siguen tú y tus amigos, por tantos poderes que cuentas que tiene y tantos prodigios que hace en los que le rodean?

Del poder de auto percepción:

– “No es magia ni truco, engaño o ilusión,” – continuó – “pues estamos acostumbrados a vivir solos en nuestros cuerpos con voces que ahora sabemos que son nuestras ganas y nuestros deseos, más él es quien vive en nosotros revelándonos un espíritu que desconocíamos que teníamos y que somos.”
– “Creen todos que nuestras manos y nuestros pies son señal de lo que somos, más el hombre que por él hemos descubierto en nosotros no es bajo engaño, aun cuando las manos y los pies nos someten a engaño.”
– Entonces, – interrumpiéndole de nuevo – si es así como dices, pues, ¿cómo es que le tienes celos y odio a ese que dices seguir?
Pareciese que mi pregunta le tomó por sorpresa, más luego de un momento continuó diciéndome:

Del misterio de la cercanía:

– “Cuando estoy cerca de él, todas estas maravillas me son prestas y resaltan ante mis ojos, más cuando me alejo de su lado, solo puedo recordar que las vi.”
– “Cuando su palabra entra en mis oídos, no son ellas las que me dan el entendimiento, sino que es como si fuera él quien las escuchara en mi y me revelara en experiencia lo que ellas significan, no como quien las escucha de otro sino como quien las ve por sí mismo.”
– “Cuando estoy cerca de él, es como si pudiera ver el hilo del cual proviene mi vida y mi espíritu, aun cuando él es el velo detrás del que se pierde ese hilo, más cuando me alejo de él, solo puedo suspirar por aquella visión.”
Muy extrañado por aquellas palabras, le dije:
– Pero yo no puedo hacer eso que dices, o no me doy cuenta de que lo hago si es que lo hago, pues, todas esas maravillas de las que hablas son invisibles para mí y jamás imaginé que pudiesen existir.

Del alma material:

Entonces, mirándome aguda y profundamente a los ojos me contestó:
– “Cada vez que deseamos algo y nos imaginamos tenerlo, tanto el deseo como lo que imaginamos se acumula en nosotros como piedras al lastre, agregando más materia a la materia que conforma nuestra alma.”
– ¿El alma es material?, pues ¿de qué materia hablas? – le protesté.
Ya no parecía el hombre que entró por mi puerta, ni el atormentado al que hube de atender para calmarle, sino que con certeza y con autoridad continuó diciéndome:
– “Has querido riqueza y la has acariciado con tu mente, y dices que no es materia.”
– “Has deseado mujer y has reaccionado con tu deseo, y dices que no es materia.”
– “Pues, ¿cómo es que tocas y acaricias lo que no es material?”
– “Te digo, que todo lo que piensas e imaginas, puedes tocarlo y gustarlo, y es materia.”
– “Esa materia es la que no te deja ver estas cosas de las que te hablo.”
– “Ni siquiera a ella – a la materia- puedes distinguirla, pues nuestros deseos se esconden en las apetencias y en lo normal, y son como barrotes que nos encierran en la ignorancia de nosotros mismos”.

Del bautismo:

– “Por eso, éste del que te hablo, ha traído fuego verdadero del cielo verdadero y lo ha colocado en nosotros para que podamos ver y palpar las realidades y verdades que moran en nosotros.”
– “Revolotea ese fuego que es él mismo en nosotros, es decir, su espíritu, y hace que nos separemos en verdad de la falsedad, y por tanto, el don de la percepción se hace evidente en un descubrimiento de nosotros mismos.” – “Así como Jojanán le bautizó con agua, en su cercanía, su espíritu y el nuestro se funden causando éstas percepciones, y cuando más adelante el tiempo se cumpla, nos lo entregará en bautismo donde él será el agua con la que seremos bautizados.”
– “Cuando el tiempo se cumpla, y comience el llamamiento, como torrentes de agua, su espíritu será regado entre todos aquellos que provienen de donde él proviene, y todos verán con los ojos de él, y entenderán con el entendimiento de él, y esto será primero entre pocos y después entre muchos, por cuanto todos los que él llama hermanos serán despertados”.

De la renuncia:

– “Y viendo con sus propios ojos andarán en caminos de renuncia a todo lo que les aleje de lo que el don de percibir les muestra.”
– “Por eso, él nos enseñó que solo renunciando a la vida se obtiene la vida.”
– “Solo podemos salvar el alma renunciando al alma.”
– Eso es imposible – le repliqué casi ofuscado – pues, no lanzas algo lejos para buscarlo luego.
– No puede alguien ganar lo que ha desechado, pues, como es que tú dices que debemos renunciar a nuestra alma, siendo ella el tesoro más preciado.

De lo que busca el alma:

– “Nuestra alma está acostumbrada al gusto, la sensación y la avaricia.”
– “Nuestra alma está acostumbrada a buscar lo que se parece a ella, pero nosotros no somos nuestra alma, y por tanto ella nunca nos busca a nosotros.”
– “Nosotros somos el espíritu que posee y da vida a nuestra alma, mas creemos ser ella, y confundidos buscamos tener, acumular y atesorar lo que el mundo nos da.”
– “¿Cómo podemos buscar los cielos si estamos con la mirada puesta en la tierra?”
– “Él nos ha enseñado que encontremos la verdad para que esa nos haga libres, y te digo que no puede renunciar a su alma aquel que no ha conseguido la verdad, pues no sabe que buscar y no sabe a qué renunciar.”

La síntesis del mensaje:

– Entonces, mi caro amigo, tu solo me dices tres cosas.
– La una es que solo cerca de ese profeta tuyo puede verse la verdad.
– La otra es que solo renunciando a lo que no es verdad -en comparación con esa verdad- se gana la vida.
– ¿Qué vida, pues acaso ya no estamos vivos?, moriremos y habremos de resucitar al fin de los tiempos.
– Por último, ¿quieres que crea que ese a quien sigues pueda meterse en nosotros y cambiar la forma en que vemos todo?
– “Eso que dices al último es cierto, pues él es como un tinte y nosotros tela, y una vez teñida la tela, el tinte y la tela son uno.”
– “Él es más como levadura, que al cabo de un tiempo toda la masa estará leudada.”

De la vida verdadera:

– “Por otro lado, creen que estamos vivos, pero no es así.”
– “La verdad es que estamos muertos, pues estamos atrapados y caídos en nuestros propios placeres y dolores, y ajenos a la verdad y al espíritu.”
– “Nadie se ha levantado y nadie se levantará, excepto aquel que ha venido de la vida, pues solo el que viene de la vida va a la vida.”
– “Lo han explicado nuestros padres y los profetas, que solo somos huesos secos desparramados en tierra árida, y que solo Dios los unirá de nuevo, y pondrá músculo, tendón y piel en esos huesos, y a pesar de ello, y de estar completos en la forma, hasta que Dios no ponga vida de su vida en esos cuerpos no viviremos.”
Luego de reflexionar en las palabras que ese hombre había hecho llegar hasta lo profundo de mi mismo, pues se colaban en mis huesos más que la ley y las costumbres, siendo que apenas las había escuchado, y retomando el cómo se había iniciado todo esto le dije:
– Entonces, ¿por qué sufres, pues, no es maravilloso acaso eso que me cuentas?

Cuando será entendido el mensaje:

– “Pasarán más de dos mil años para que esto lo entendamos quienes lo hemos oído de él y quienes lo oirán por nosotros.”
– “Muchos le buscarán equivocadamente en el tiempo, y se engañarán en gran manera.”
– “Incluso yo, estoy confundido con las cosas que te he contado, pues sé que son verdades, más ahora y desde anoche no las veo ni las percibo.”
– ¿Cómo puede ser eso? – le pregunté – pues hablas como testigo y no como quien escuchó de camino.
– ¿Cómo puede ocurrir tal cosa?
– “Sufro una ausencia muy profunda en mi alma y en mi corazón,” – contestó –  “y tengo una mezcla de amor y rencor con aquel que me ha marcado con su propio ser.”
– ¿Qué es eso que entonces te tiene mal?

De la ausencia de la percepción:

– “Lo que me tiene así es que a diferencia de él, yo soy fuente de dos aguas, una amarga como la hiel que corrompe mis miembros y turba mis sentidos, conformada por mis placeres vividos y mis ganas que aún me asaltan, y otra que permite que me asome en un mundo del que sé que soy originario.”
– “Ambas cosas me turban terriblemente, pero solo cuando estoy lejos de él”
Mientras eso me decía, comenzó a llorar de nuevo, y sollozando continuó:

La traición:

– “Sé que mis hermanos ya no me querrán y me detestarán por siempre.”
– “Él me lo advirtió, y yo no me imaginé que lo haría.”
– “Pensé que él estaba equivocado en eso, que no podía ser, que eso no se cumpliría.”
– ¿Qué? – le pregunté con premura y en forma que se denotaba mi expectativa.
– “Que le traicionaría.”
– ¿Y lo hiciste?
– “Si.”
Pasamos un tiempo callados, mientras él se lamentaba y yo no podía creer lo que me había dicho, y casi frustrado, le pregunte:
– ¿Y…, cómo luego de haberte dado todos esos conocimientos y experiencias pudiste hacer semejante acto?
– “Porque ayer en la noche, en el festejo de la pascua, él me quitó todo eso, y quedé en tinieblas dentro de mí, vacío, porque su luz se apartó de mí, y por tanto, no podía ver en el espíritu y con el espíritu, ni percibirle, y arrebatado en dolor y furia, celos y odio, fui y le vendí como quien vende a un fugitivo, y está siendo castigado por eso por los príncipes del templo en estos momentos.”
Sin más, se levantó y se fue, y no le vi nunca más.

Fin de la historia:

Sus palabras y las cosas de las que me habló durante esa conversación han perdurado en mi memoria como si se tratase de heridas que una vez infringidas no pueden borrarse.
Entre otras cosas, me habló de ti.
Me dijo, que cuando entendieses estas cosas en los tiempos en que han de ser entendidas, necesitarías de ésta carta por testimonio de lo que apenas te atreves a creer ahora.
Solo Dios pudo haber hecho esto conmigo, y por tanto creo en verdad que algún día estas palabras van a llegar a ti, pues, imaginándome que te sentirás como yo me siento en estos momentos, que en medio de la tormenta de los pensamientos está una paz que nos llama al reposo y al reconocimiento, y entre pocos te creerás.

De cómo murió Yehudáh:

Tiempo después, supe que ese hombre que me compró los terrenos murió en ellos, colgado por sus culpas, porque aquel al que entregó, sería colgado de un madero hasta morir.
Como aquello aconteció en la tarde del día sexto, nadie pudo descolgarle por cuanto pasó el día de reposo pendiendo de una soga.
A la mañana del día después del día de reposo, cuando fueron a buscarle, ya había caído el cuerpo en unas piedras de bajo de la loma, sus restos comidos y regados por las bestias y la podredumbre extendida por el lugar.
No hicimos nada para recuperar el terreno, y lo dejamos en pérdida, de manera que se usa para desechar lo inmundo.

Intención de la carta:

Si lo que dijo este hombre es cierto y yo ahora creo que si lo es, verás que esto que lees dos mil años después es para ti Kalev, escrito hace mucho tiempo por quien tuvo fe, para alguien que para este momento en que la escribo no existe sino en mi fe.
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Αγιος σοφὸς (Agios Sophos) - Acto segundo: Reconocimiento.

Αγιος σοφὸς (Agios Sophos).

Acto segundo: Reconocimiento.

Caso raro es la añoranza de lo que se ignora.

Cuando en el corazón, el hálito de la ausencia marca la sospecha del origen, asaltan las preguntas: ¿Qué soy? ¿Qué poseo?

Si prestas atención al silencio y escuchas mientras no haces ruido, entiendes que algo falta. Cuando falta, aunque estás solo, “estás”.

Si contraes el alma haces ruido, y nublas el entendimiento. Si la relajas, se escucha el silencio con un “quizás entiendo”.

¿Acostumbrado a la palabra? ¿Atado al sonido? El nombre y la idea... Al silencio jamás debieron callar.

¿Atado a los quereres? ¿Reflejado en lo que se cree? La forma y la imagen... Lo coagulado del roce... Lo que nunca debió concebirse.

El que reflejado en sí mismo engendró tormentos, el que olvidó su nombre y copió la muerte del huerto, ahora, sospechando lo perecedero en lo que le cubre, en pie de caza observa el sueño.

Sopor en los sentidos que aletargan la propia voluntad. En la lucha de forzar los grilletes que le sostienen en sus sentimientos, se asombra al atisbar el "querer", y advierte que su deseo tiene el poder de perder su propia identidad.

¿Qué, acaso son mis memorias? ¿Qué, acaso son esos los destinos? Las piedras de mil caras que conforman de la pérdida el camino.

Lo que se tiene se ve, y lo que es no se puede ver. La llenura es ruido, y el vacío Ser.

Artífice de recuerdos, el gozo al cincel y el impulso al martillo, la obra, la escultura, aparentan ser yo mismo.

Aquel que echó de menos al silencio, el que se había arropado entre sábanas de costumbres y recuerdos y hubo dormido, ahora, erguido, frente a sus eones descubre la firma de su propia autoría.

Junto al paso de los andantes, en aquel camino abandonado, se lee en la piedra de cruce: “Aquí yace, sepultado en el olvido, el ‘por qué’ fuimos confundidos”.

Si estoy perdido, ¿dónde está el camino, dónde la salvación y dónde el abismo? Como saeta mi mirada surca los eones, y todo en mí va en pos de ella. Así los poetas se enamoraron de aquella estrella que no es más que mi propia atención.

¿Soy solo? o... ¿quiénes más como yo? Porque un sollozo arrancado de mi pecho – un lamento – arrastra la atención en mi propio seno, y se lanza a la nada con la esperanza de ser escuchado.

Quisiera hablarle a aquello que sospecho. Quisiera decirle… que le busco, mas en la plenitud del silencio, como en ausencia del mundo, dentro de esa soledad, sé que hay palabras para mí.

Aquí está el tesoro: Que del contacto de lo verdadero con lo verdadero se devela el “¡No coagular, no coagular!”. Se revela el alma en su acto de crear.

Atención al gusto, gusto a la experiencia, experiencia a la contracción y la contracción al olvido. Así el alma ha creado eones sin cesar.

¿Por cuánto tiempo creí que el licor del sentir saciaba mi sed?, y cierto es que dormido de mí mismo olvidaba beber.

El que enamorado de la reminiscencia observa en su aliento lo que le aleja de su herencia, logra detallar en su alma las costumbres, las penas, las ganas, la preocupación, la obstinación, la curiosidad y por último a aquel que desde el alba de los eones ha hecho ruido, grita y exige, arrebatando las alas de la libertad. Aquel que adherido al rostro suplanta la identidad.

Las alas a los ángeles es lo que la atención a los hombres. He ahí otra verdad.

Maravilloso es descubrir lo que se tiene, y gracia heredada de lo alto – de lo escondido – es tomar consciencia de lo que se es. He aquí el viejo arcano.

Ahora el dilema que en el mundo erige banderas: ¿Lucha o abandono? Porque se puede luchar contra lo que se tiene, por el solo hecho de nublar y amañar la percepción del mundo. Aún de mayor perfección es abandonar a aquello que aleja y roba la atención. Aquello que somete y esconde el saberse Ser.

Si te das cuenta, el Ser tiene dos impulsos. Un impulso induce al alma en su contracción, adoptando la forma del deseo que la contrae. Cuando se abandona el impulso, se relaja el alma y pierde esa forma. El otro es el de escuchar esperanzado en lo que no produce sonido, con la intención de reconocer lo que de la misma esencia es.

Resistir sin desear, abandonar la corrupción sin luchar contra ella, “¡No coagular, no coagular!”.

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Αγιος σοφὸς (Agios Sophos) - Acto primero: La caída.

Αγιος σοφὸς (Agios Sophos).

Acto primero: La caída.

He aquí un asunto sin igual. La máxima de relajar el alma. “¡No coagular, no coagular!”

Si te das cuenta, el alma se contrae y se expande. Cuando se contrae, adquiere formas que pueden durar un poco o muchos eones. Cuando se relaja, pierde la forma y recupera su aspecto de ropaje.

¿Qué viste el alma? ¿Qué cubre? Al espíritu... Aquello que nunca debió vestirse.

¿Para qué existe? ¿Para qué oscurece? Para interpretar y guardar... El tiempo que jamás debió existir.

Lo que no tiene tiempos y no sufre pautas, el que hereda el nunca y el siempre de quien lo emanó, vestido de curiosidad engendró el comienzo.

Quien jamás analizó, ahora experimenta, y maravillado en su propio reflejo, cual insecto nocturno atraído por la llama de la vela, contrajo y apretó coagulando eones de creación.

Quizás no se dio cuenta que el pecado tomó figura, porque no pudo apreciar la consecuencia.

¿Cuándo es delito? ¿Cuándo es pecado? Quizás por la consecuencia o quizás por la intención.

¿Qué forma de justicia es esa? pues, ¿acaso el libre albedrío no es solo para los humanos? No, no es solo para ellos. Es para cualquiera. En base a ello fue creado el infierno. La zona debajo del cielo. El cielo que es la verdadera tierra.

Atraído por su ingenuidad y  nublado por el impulso al roce que desprende de la contracción, aquel, vestido fastuosamente, maravillado de sus vestidos, como si fuesen parte de sí mismo - los vestidos - les incorporó.

¿Cuándo te perdiste? ¿Cuándo te olvidaste? Enterraste tu identidad que no es más que la del que te dio Ser.

¿Algo? ¿Por qué preguntarme dónde si nunca estuve y ahora Soy?

Acostumbrado a la obra de contraer, el impulso rige el ser, y creativo serpentea en sus propias curiosidades.

El impulso crea al animal, el animal a la bestia, la bestia a la sombra y la sombra alimenta al olvido.

Entre tanto, en medio del frenético abismo, el instinto gobierna y agrupa a los demás caídos.

¿Quién recuerda el pan? ¿Quién recuerda el vino? Ligado al destino, en una rueda ahora has de andar.

¿Tiempo? ¿Cuánto? Nadie lo recuerda, mas aquello que como al puente, la cuerda, el abismo ya no puede franquear.

¿Alguien recuerda la lengua? ¿Alguien recuerda el orar? Cierto es que los hermanos ignoran su parentela y arrebatándose lo que puedan no se dejan en paz.

Si alguno descubre un rayo de luz, créese la fuente por sí mismo, y subyugando a los más dormidos, aumenta lo que no es.

Otros, proyectados en sus propias sombras cual avatares, pierden la cabezas perjurando que son ellas.

Atesorando lo que acusa, acumulando lo que empobrece, reos de los roces, presos de lo que pesa.

¡Más, más, más! grita la emoción, que sonsacada por la inteligencia, se admira a sí misma.

¿Y por qué terminar así? Quizás es el último pecado... El miedo, lo que te ha asaltado, a tus entrañas aprisiona, casi como queriendo hacer de todas tus vísceras una sola. 

Solo al Ser teme el Ser, y escurridizo se oculta de la propia luz, de esa nostalgia incomprendida, de esa inocencia aborrecida, porque en la dura existencia solo sobrevive el que conoce y no el que apenas ha llegado a la vida.

Corrompido, aquel que miró su reflejo, ahora huye de sí mismo.


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Soledad

Soledad.

Querida amiga.
Nunca me esperaste. Jamás te fuiste.
Aunque hablo para ti, en tu sorda atención y pendiente de indagar en lo más profundo de mi alma, esperas herir con tu indiferencia mis lastimeros postulados, de lo que en verso debió pasar y no fue así.
En verdad agradezco que no me respondas, porque de hacerlo, mi endeble cordura ya no pendería de un hilo, y pesadamente contra la dureza de mis realidades astillarías mi muy maltrecha imagen de mí mismo.
En tu compañía, cuando el eco de tu ausencia afirma mis pensamientos, denoto en ti mi propio reflejo.
¿Qué sería de mí si no estuvieras a mi lado, como siempre invisible, impávida, inerte y aun así, amiga?
Nací en tus brazos y me arrullaste con tu silente cariño.
En tu inadvertida presencia crecí, mientras alterabas mi percepción del mundo, llamando mi atención hacia la fuente de mis pensamientos.
Acostumbrado a ti, encuentro casi como una fantasía el imaginarme que - aunque no estás presente - jamás te hubiese conocido.
¿Qué fuera de mí y qué otras cosas hubiese creído?
Desahogándome en tu infinita paciencia, nunca hubo un reproche, sino que en mi reflejo lograste que las respuestas a todo las encontrara en mi augusta soledad.
En ti, encuentro reposo.
Contigo hablo cuando quiero.
Y si ofuscado reniego de conversar al estar amargado en mi propia hiel, en tu seno cesa el hastío.
Susto viene a mí el solo pensar que como a otros algún sustituto relevara tu presencia, y en vez de tenerte cuando estoy solo, acompañado por el ruido y enquistado en el mundo hubiese quedado dormido.
Cuando otros me hieren el alma, tu bálsamo sana inmediatamente lo que me aqueja, pero cuando eres tú la que me hiere, cual pregunta de la existencia que hace brotar las más dolorosas lágrimas de amargura, queriendo compartir contigo la respuesta o la conquista, no te encuentro, no te consigo.
Silencio es tu arrullo, ausencia tu caricia, y como quien administra mis memorias, traes a mi presencia lo que incompleto he abandonado, como remordimiento, como reclamo.
Obligas mi sinceridad, contigo y conmigo, y tal como el perro de caza que sostiene su presa y no la suelta, así tú en tu indiferencia a mis justificaciones, corroes los grilletes que me atrapan y condenan a lo ido.
Nunca he visto tus ojos y aun así siento tu mirada que nada quiere dejar en lo oculto.
Sin facetas, inefable, grata compañía.
Tal es tu presencia que en la ausencia y recostado en tu pecho descanso, reposo, y aunque no siento tus manos, sus efectos no son ajenos para mí, reconfortándome mientras me enseñas que siempre hay tiempo para respirar tranquilo.
En tu presencia huye la culpa.
Al conversar contigo, nadie me acusa.
Das a mis días la oportunidad de reconciliarme conmigo mismo, ajeno a quienes me persiguen.
En tu silencio he conocido la inmanifestación de Dios, pues me ayudas a desenmascarar mis propias creaciones para conocer el velo de quien me creó.
Y si alguien me preguntase, ¿qué me has dado si nunca te he visto?, la independencia, el criterio propio, la inspiración, la meditación, el cuestionamiento y la resolución, la impaciente constancia y el perdón.
Quizás nunca mejores dones.

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