La Religión como ciencia de "prueba y observación", enmarcada solo en las verdades absolutas. La filosofía como herramienta para resolver el asunto de "Ser". Sophia como aquello que resulta del "conocer", y la "duda inteligente" como crisol de la Fe. La Sincretoclastía como única regla.

Αγιος σοφὸς (Agios Sophos) - Acto tercero: Discernimiento.

Αγιος σοφὸς (Agios Sophos).

Acto tercero: Discernimiento.

Cara es la libertad, que aún al llegar, quien la recibe no se ha descubierto totalmente preso. Valioso su tesoro, aunque su anhelo sobrepase lo consciente.

¿Cómo es que creo ser solo y a resultas somos dos? La voluntad y el deseo. En un solo muro, bajo un solo techo.

Si quitas la atención y no rechazas la experiencia, si enfocado fuera de lo que te atrapa refrenas tu inclinación a contraer, muere lo que te da muerte. Lo que hubo de adormecer.

¡Casa dividida! Si, tal como fue anunciado. Los originados y quien les fabuló, ahora contrapuestos se enfrentan en pugna a muerte.

El que vociferaba: ¿Quién contra semejante poder? ahora calla. El altanero está escondido.

El que expresado en el silencio, el de muda elocuencia, ahora habitando con quien le recibe, a manera de luminario descorre el velo y alienta la rebelión.

El primero de entre los salvados, cuya potencia puede anclar el espíritu en una mirada, y arrastrarlo a los confines del aparente tiempo y la engañosa distancia. Libera la atención que nació libre.

Aguas de concupiscencia que ahogaban a quien les contenía, ahora no más de dos codos su profundidad. El que siempre era tragado ya no perece en el mar.

Al refrenar el impulso el devorador despierta. Aparece como vorágine que traga todo lo que se refrena.

Discernimiento de las voluntades, olvidar, no enfrentar. “¡No coagular, no coagular!”.

El devorador, silente y violento, revolotea entre los eones y las memorias iluminando recuerdos y quereres. Mas no es él quien te prueba y ofrece, sino tu conscupiscencia quien desea tomar.

Misterio que hurga e ilumina lo que no quieres ver. Las sombras y los terrores proyectados a su origen, evidencian ya mermado su poder.

¿Qué has traído? ¿A qué has venido? Un nuevo sentido del que la carne es ajeno, separando lo que antes parecía uno. Ilusión e iluso.

Si soy, no emano ni creo. Si creo, dejo de ser y ya no soy. Impulso y gravedad son contra la esencial naturaleza. Recuerdo y somnolencia: la razón del errar.

Del barro al lienzo, del hilo al susurro, del sonido al silencio, de lo agitado a lo quieto. Deshilar... deshilar.

Si la vigilia es claridad - aunque mis ojos están abiertos -, mi juicio se ensombrece con lo oscuro de mis tormentos.

Difícil es entenderse como espíritu cuando el misterio se encarna. ¿Quizás ahora sea él, o él es yo?

Quien recibe el misterio piensa: "Las fuerzas que contraen el alma no son mis fuerzas. Las que la relajan si". Las ideas forjan las formas, las formas a los sentimientos y los sentimientos a los huesos, y de los huesos pende la carne que está presta a volver a formar.

Materia a la Materia, idea a la idea. La vorágine devora el yugo que me impide despertar.

He descubierto en mis huesos, mi carne y en mi sangre la memoria, que al evocarse revive en un hoy. Les estremece creando un cuando aconteció.

Ganas contra quietud y persona contra ser. La espasmódica insistencia de crear que jamás debió crecer.

Soy como represa. En mi pecho las aguas, en mi vientre las puertas. En mi cabeza el nudo y la soga, y en mi corazón el freno. Ambas fuerzas hacen de mi la sombra y el reflejo de lo que creo que soy.

¿Qué poder es ese que a manera de amarras zarandea mis huesos, estremece mis entrañas y abruma mi entendimiento con recuerdos? El rescate.

Aunque en mis tobillos arden aún los grillos apretados, hoy soy testigo de mi libertad. Hoy he visto al hacerme en mi mismo ausente, del impulso y del hastío la sierpe.

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