Dimensiones, existencia y
cuerpos psicológicos.
Preámbulo.
Estamos acostumbrados a ver las dimensiones desde un punto de vista geométrico, donde los elementos se encuentran enmarcados según su alcance y concebidos en el espacio, contenidos. ¿Qué tal si por un momento nos atreviésemos a ver las cosas desde otra perspectiva? ¿y si las dimensiones no son espacios, sino niveles o grados de manifestación de "lo no material" hacia lo material? una suerte de diferentes grados de densidades, y por tanto, mayor o menor manifestación de las leyes de sus mecánicas, ¿o si lo infinito y lo absoluto tuviesen alguna relación? Obviamente pensamos en largo, ancho y profundidad, volumen y espacio, pero ¿y si en realidad no se ocupa ningún espacio?
Dicen que la cuarta dimensión es el tiempo - por la idea de que vivimos en la tercera -, y también que los elementos son solo el espacio que ocupan y el cómo lo ocupan a nivel de vibración y espectro, sin embargo, quizás deberíamos re plantearnos el asunto.
Por otro lado, es común confundir "dimensiones" con "leyes", lo que nos ha hecho creer que el tiempo - por ejemplo - es una dimensión y no una ley, y que la densidad es una ley y no una característica de las dimensiones, por ende, la distancia, la química, la gravedad y la física de las diferentes mecánicas, el comportamiento reaccionario, la propulsión, la transformación, la memoria, y otras, no son más que características que rigen nuestro cosmos, condicionándolo todo, sin embargo, se sigue pensando en largo, ancho, profundidad y tiempo como dimensiones.
La idea que queremos expresar es que todo parte de lo que "no puede 'no ser'", sin embargo, nuestro experimento no puede iniciar a semejante nivel, ya que traería como consecuencia conjeturas deshiladas destinadas al fracaso, ya que dicho nivel no es un plano visible o palpable, y definitivamente corresponde a otra naturaleza.
Necesitamos plantear un método en el que siguiendo un hilo único podamos descubrir mediante descartes la fuente de lo que somos, a la vez que descubrimos las diferentes dimensiones en las que todas estas cosas se procesan. Quizás un poco al estilo del "hilo de Ariadna" mediante observaciones y deducciones relacionadas.
Necesitamos algo lo más pragmático y concreto posible, un punto tangible y absolutamente comprobable, cosa que no quepa duda al respecto de lo que veamos y experimentemos. Para ello dispondremos de nuestro propio cuerpo físico que posee las naturalezas que queremos verificar y estudiar - lo físico y lo psicológico, pero, ¿por qué comenzar de esa manera? La razón es sencilla. Nadie puede negar que el hombre está básicamente compuesto de una parte evidente - el cuerpo biológico - y la otra oculta asociada al pensamiento - la mente -. Tenemos en nuestra composición la evidencia de que existen al menos dos dimensiones conexas y relacionadas que nos conforman, porque, ¿dónde se encuentra o existen nuestros pensamientos, las ideas?, porque pudiésemos decir que las emociones son reacciones químicas, y lo demás es flujo eléctrico en una red neural, sin embargo, ¿y la consciencia? De allí la idea ancestral de que nosotros somos un "algo" no tangible viviendo en un contenedor de carne y hueso. De allí la idea del alma y del espíritu.
Si bien es cierto que hoy en día la sociedad científica se ha dedicado a descubrir qué es "lo que no sabemos", para diseñar métodos con el fin de lograr entender lo que nos haga avanzar en todos los sentidos, mediante experimentación, observación, mediciones e interpretación razonable, utilizando tecnología para tal efecto, con la premisa clara de "no saberlo todo", mediante el método científico, sencillo, simple, también es cierto que nosotros utilizamos la razón, la deducción y la ciencia en nosotros mismos, diseñando experimentos y métodos que aunque no usan tecnología, si arrojan resultados tangibles y comprobables, y al igual que la ciencia escolástica, repetibles. Entendemos que "resultado tangible y comprobable" es lo que desemboca de un experimento bien diseñado, y que puede ser corroborado por varios experimentadores u observadores.
Pensando en aquella frase maravillosa de René Descartes que dice: "Cogito ergo sum", que literalmente es: "Pienso, entonces soy", también "existo", lo que conlleva a la verdad absoluta del hecho que "pensar" significa "sucede porque se es", es decir, "existe", y ésta última palabra a su vez significa sencillamente "manifiesto", es decir, que la existencia es la manifestación, al respecto de ello, manifestarse o existir sugiere un origen de proveniencia previo a la manifestación o la existencia. Así como nuestros pensamientos, que hemos observado que cuando queremos decir algo, justo antes de decirlo y de que tome forma con palabras en un discurso, ya sabemos de antemano el qué y el cómo queremos expresar la idea.
Entonces, tenemos la inquietud de querer compartir nuestra cosmovisión de lo que somos, en todos los niveles asequibles a nuestra consciencia, y dejar perfectamente claro el asunto particular de nuestra existencia, nuestra manifestación, sin embargo, quizás no convence mucho la idea de que todo es psiquis, y que el cuerpo físico - inclusive - es psiquis, pero la verdad para nuestros efectos es esa exactamente. La psiquis es la manifestación de lo que somos, compuesta por imágenes, sensaciones y emociones en muy diversos grados de coagulación o densidad. No estamos acostumbrados a ver a nuestro cuerpo físico como una extensión de nuestra mente. Una suerte de proyección de nuestros deseos y defectos, nuestras experiencias y reacciones a ellas. El traje que viste con carne nuestra forma de ser y de sentir.
La atención.
Ahora bien, necesitamos un método para poder verificar todo esto, y una herramienta que podamos utilizar para conseguir el objetivo y que no deje lugar a dudas. Dicha herramienta es la atención.
La atención es la concentración de interés que podemos tener sobre algo en un momento dado. Es el enfoque de nuestro interés, que hala de nosotros hacia el punto de concentración, imbuyéndonos e intentando obligarnos a identificarnos con ello hasta hacernos creer que esa es la realidad. Podemos decir, que detrás de la atención va nuestra consciencia, la cual siempre intentará arropar o abarcar el objetivo enfocado. Es aquello que nos hace posible la sensación de viajar en el tiempo y en el espacio, como si fuesen alas capaces de alcanzar el infinito.
Recordar un evento de nuestras vidas, evocarlo en nuestra imaginación y concentrar nuestra atención en ello puede hacer que perdamos contacto con la realidad del mundo físico durante un momento, porque nuestra atención está posada en lo que recordamos, en el evento que conforma esa escena, y no en el momento presente.
La atención es eso que dividida genera estrés. Dos o más fuerzas o tensiones contrarias que desordenadamente intentan atrapar nuestra consciencia.
Normalmente hacemos uso de la atención en forma natural para distraer el punto de enfoque que nos molesta, cosa que causa alivio al olvidar por un rato dicho asunto. Podremos ver que son muchísimas cosas las que nos atraen, y que a raíz de esa atracción iniciamos en nuestro pensamiento y comportamiento reacciones y actitudes en concordancia con lo que nos atrae, por lo que debemos observar hacia donde se va nuestro interés en cada momento, e inclusive en qué parte de lo que nos atrae se coloca, el detalle del punto focal.
Ahora... ¿Es posible controlar esa atención? La respuesta es si.
El caso es que este fenómeno de mover la atención hacia un punto determinado se presenta en forma espontánea cuando sufrimos de algún dolor, enfocándose intensamente en el epicentro del mismo, incrementando nuestra percepción del mismo de manera que es casi insufrible.
Si alguien nos dice que tenemos algún animalito pegado del cabello, nuestra atención es concentrada inmediatamente en donde nuestra imaginación formó la imagen del tal animalito - normalmente un insecto con muchas patitas, grandes alas, ojos saltones y muchos dientes - y reaccionamos.
Comprendido en forma directa y práctica lo qué es la atención, podemos colocarnos en una posición cómoda y realizar el siguiente experimento.
Respiramos profundamente varias veces con la intención de relajarnos, y comenzamos a enfocar nuestra atención en algún dedo de los pies. Esto hasta que se sienta una especie de presión en el sitio, como si lo estuviéramos tocando, pero sin tocarlo, y luego, nos enfocamos en otra parte, tal como la rodilla, y así vamos paseando la atención por nuestro cuerpo, moviéndola a ratos durante un buen tiempo. Mientras hacemos esto, es importante evitar colocar la atención en algún pensamiento, concentrándonos por lograr sentir la presión de nuestra propia atención en la parte del cuerpo donde coloquemos el enfoque.
Los resultados de ésta práctica suelen ser muy sorprendentes.
Cuerpo físico.
Habíamos dicho que incluso el cuerpo físico es parte de la psiquis, pero, eso es algo que debemos comprobar enmarcados en el tema principal: explorar las diferentes dimensiones, pero, ¿qué tiene que ver
el cuerpo físico con las dimensiones, y qué también con la psiquis? El asunto es que intentaremos descubrir y comprobar que en nuestra psiquis se manifiestan al menos siete diferentes niveles o dimensiones. Nuestra hipótesis es que el ser humano es multi dimensional.
Primero, hemos de saber que el cuerpo físico,
a pesar de ser un cuerpo tangible, es en realidad el resultado psicológico de
nuestra alma manifestándose en éste plano tridimensional, una coagulación
representativa de nuestra psiquis, funcionando como alimentador de la misma,
mediante los sentidos y los centros emocionales.
Comenzaremos nuestros experimentos con este cuerpo, el cual posee su propia inteligencia, y aunque no puede hablar por sí mismo, puede reaccionar de manera independiente ante eventos que le afecten directamente.
Si nos cruzamos de brazos al revés de como habitualmente lo hacemos, es decir, con el brazo que normalmente va arriba por debajo del otro, sentiremos un sutil pero evidente desasosiego o incomodidad. Comúnmente adoptamos posturas difíciles de cambiar, precisamente por costumbre, porque el cuerpo físico posee memoria propia, la cual almacena en la columna espinal y cerebelo, y procesa con el cerebro. Los recuerdos del cuerpo físico se almacenan en la vértebra que corresponde a los nervios que recibieron el evento que les alteró, de manera tal que en nuestra columna se encuentran todos los recuerdos del mundo físico desde el momento en que nuestro sistema nervioso comenzó a trabajar, pero tales recuerdos no son figuras o imágenes, sino impresiones, es decir, la manera en que tales percepciones se dieron.
Muchas de las características de nuestra personalidad están almacenadas directamente en el cuerpo físico, cosa que pueden ser interpretadas y asociadas por nuestra mente para generar comportamientos. Los sabores, los olores agradables o no, hasta incluso sensaciones persistentes reflejadas en si, son asuntos del cuerpo físico, y está psicológicamente adecuado al dolor, a un piquete de insecto, a sensaciones sexuales, a manifestar nuestros gestos tanto con el rostro como con el resto de la anatomía.
Aunque este cuerpo es el más denso de toda nuestra psiquis, no es el más intenso. Es lo que llaman "el gotero del alma", porque en él se manifiesta nuestra experiencia psicológica para asociar y crear, lo cual hace mayormente mediante química, viéndose afectado por esos procesos durante tiempo indeterminado por dichas sensaciones persistentes, que aunque ya no exista el estímulo que la inició se mantienen mientras la reacción química dure o se disipe la sustancia u hormona que produjo la sensación per se.
Normalmente esa sensación persistente puede alterar nuestro comportamiento y actitud.
Hagamos el experimento de recordar algún evento lleno de sensaciones y emociones. Tales se reflejarán en el cuerpo físico haciéndolo reaccionar de acuerdo con lo que estamos experimentado psíquicamente. Lo importante del caso es que, al vivir dichas reacciones, volvemos a asociar para realimentar el recuerdo, hasta el punto de hacerlo muy vívido, casi real. Por eso decimos que es el gotero del alma, porque puede reaccionar y retroalimentarse para seguir reaccionando, cosa que generará nuevas experiencias en las que quizás seguimos discutiendo con alguien del pasado, agregando más y más eventos a la escena.
El cuerpo físico es en sí un reflejo de nosotros mismos, mas no somos nosotros.
Las manos, el ceño o entrecejo, los labios, los hombros, el estómago, las rodillas, los pulmones, la respiración, etc., van al ritmo y compás de lo que vivamos en nosotros. El cuerpo físico esboza un lenguaje
tremendamente elocuente con gestos y ademanes, que declaran la naturaleza de
nuestros pensamientos.
Con el propósito de efectuar las pruebas y experimentos correspondientes a éste artículo, elijamos entre nuestros recuerdos alguna escena de nuestra vida que se encuentre cargada de imágenes, sensaciones y emociones.
Con los ojos cerrados, en posición cómoda, nos
enfocamos en la escena escogida, y entrando en ella, observamos las reacciones
físicas a los eventos psicológicos, de manera que identifiquemos qué y cómo se
altera nuestro cuerpo, y podremos observar cómo reacciona a
los diferentes eventos que ocurren en esa escena. La mecanicidad obliga a generar reacciones equivalentes a la experiencia, y nuestro rostro puede contraerse, nuestras
manos empuñarse, nuestro hombros tensarse, y darse toda una gama de gesticulaciones por lo que estamos viendo en nuestro recuerdo.
El recuerdo que se almacena en este cuerpo conforma la personalidad, las costumbres.
Para poder renunciar a la experimentación inconsciente de nuestros recuerdos y asociaciones es necesario tener discernimiento de nuestro cuerpo, de manera que si nuestra mente quiere hacer algo, la separemos del cuerpo en lo que se refiere a la reacción, y de esa manera no alimentemos a esa asociación en específico.
Al sentir, nuestra intención es seguir sintiendo, disociando la sensación de la interpretación refrenamos el impulso.
Este método es muy útil en la vida diaria, porque pudiésemos dejar a un lado muchas cosas que nos roban la atención mecánicamente, tales como el alcohol, el cigarro, o controlar la "vista necia".
Obviamente, lo que sucede en el cuerpo físico es cuestión de mecánica y química, sin embargo, debemos reconocer que todo lo que correspondería a la imaginación, pensamiento y voluntad no pertenecen al mundo físico. Son sencillamente abstractas, con lo cual, el discernimiento de ello, podemos darnos cuenta que mediante pensamientos y experimentaciones psicológicas hacemos reaccionar el cuerpo, y que es posible refrenar el impulso a la reacción quitando la atención a la parte afectada y obviamente al pensamiento detonante.
Cuerpo vital.
Habíamos hecho la analogía al "Hilo de Ariadna", y en virtud de ello, podemos observar que el cuerpo físico no es más que el final de algo. Es el extremo de una serie de acciones y reacciones, asociaciones y demás que se profundizan en nosotros mismos en dirección a la fuente que queremos descubrir. Sigamos ese hilo.
Ahora, si observamos detenidamente, y esto - lógico - luego de haber practicado unas cuantas veces el ejercicio anterior, observando ávidamente el cómo se dan los fenómenos de reacción, descubrimos un asiento vital del cuerpo físico. En dicho asiento se procesan eventos justo después de imaginar algo pero también antes de reflejarlo.
Eso llamó poderosamente nuestra atención, cosa que le estudiamos y descubrimos algunas de sus mecánicas, que claramente no son ni químicas ni físicas, pero que causan repercusión.
Esta es una dimensión de la que casi nadie ha hablado, mas sin embargo, es igual de importante como las demás, y se puede percibir mediante una prueba muy sencilla.
Estando cómodos - si es posible sentados - cerramos los ojos, e imaginamos que nos inclinamos hacia un lado pero sin hacerlo físicamente, y sentiremos que el cuerpo siente una tendencia a inclinarse. Si lo hacemos acostados, pues solo hay que imaginarse en otra posición para sentir la intención casi imperativa de colocarse en la posición imaginada. Es notorio que se percibe una fuerza “no
física” que intenta hacer que el cuerpo físico adopte la posición que estamos
imaginando.
Si pronunciamos mentalmente la “f” como soplando una vela, podemos observar que se siente como si la boca quisiera tomar la forma adecuada para pronunciar lo que imaginamos.
Ahora, hagamos otra prueba. Con los ojos cerrados, nos enfocamos de nuevo en la escena escogida, y concentrándonos en ella observemos cómo el
cuerpo vital intenta hacer gesticular al cuerpo físico, de manera de expresar
físicamente la naturaleza de la experiencia psicológica. Esto ya lo habíamos visto cuando hicimos el mismo experimento intentando ver lo que pasaba con el cuerpo físico, pero la diferencia ahora es que intentamos ver qué ocurre antes de ello, descubriendo así esa fuerza invisible pero perceptible. Ello solo puede suceder si ya hemos aprendido a refrenar el impulso físico, es decir, que para poder discernir tal fuerza, debemos
refrenar el impulso a mover y gesticular, de manera que quede en evidencia la
fuerza vital queriendo mover al cuerpo material.
Ese es el asiento vital, cumpliendo con su función de servir de puente entre la imaginación - experimentación psicológica - y el cuerpo físico.
En éste nivel psicológico encontramos la necesidad de defenderse cuando se es contrariado, insultado o vituperado.
Psicológicamente, lo que imaginemos sobre nosotros mismos hará que este cuerpo intente mover al cuerpo físico acorde con lo imaginado, de manera que, al intentar refrenar ese impulso, requeriremos de algo más que fuerza para lograrlo, requerimos mover la atención.
Si al caminar, nuestra intención es voltear para ver lo que nos llama la atención, al disociar la intención se refrena el impulso, pero ello es terriblemente difícil a menos que le quite la atención de lo que quedó en la imaginación.
Cuando nos llaman mentirosos, la reacción inicial no es física sino vital, y tiende a mover el cuerpo y gesticular inmediatamente.
Justo después de imaginar algo y justo antes
de expresarlo en el físico, tal fuerza violentamente se manifiesta sirviendo de
enlace entre lo abstracto y lo concreto.
Aclarando, llamamos "cuerpos" a los vehículos que poseen su propia mecánica, física y memoria. Vehículos porque de alguna manera podemos manifestarnos mediante ellos, como si viajáramos en ellos. El asiento vital posee estas características.
Cuerpo de las experimentaciones psicológicas o de los deseos.
En este punto, podemos ver que para que el asiento vital pueda hacer reaccionar al cuerpo físico, es necesario imaginar algo, por lo que siguiendo el "hilo", entramos a observar y estudiar el mundo de los deseos.
En esta dimensión de nuestra psiquis se procesa todo lo que es experimentación psicológicamente, y eso es cierto, pues en ese nivel del alma se vive lo que imaginamos, y eso es lo que se traduce como deseo. Experimentar en nuestra imaginación algo para querer vivirlo físicamente. Cuando una persona quiere hacer algo es porque
ya lo hizo psicológicamente, y eso sucede en mundo de los deseos.
Para percibir esa dimensión aquí y ahora, solo es necesario imaginarse un sabor ácido como el del limón, o cualquier cosa que experimentada psicológicamente genere reacción.
Con el ejemplo del limón, es casi imposible evitar que las glándulas salivales segreguen saliva, dándose casi inmediatamente las reacciones en los diferentes planos a manera de cascada.
Primero experimentamos escuchar música en nuestra imaginación, luego sentimos la inclinación o necesidad de escucharla y por último encendemos el radio; ese es el orden en que suceden las cosas.
Es necesario poder discernir ese mundo, porque de otra manera no podemos ver el por qué creemos que ciertas cosas están sucediendo, sean verdad o no.
El proceso puede ser a la inversa, es decir, que se percibe un olor e inmediatamente al asociarlo se forma la imagen en nuestra mente, la cual es vuelta a asociar para imaginarnos una reacción, por ejemplo con el café recién colado, o con el pan recién horneado, etc.
La pornografía ha tenido éxito por este hecho, que podemos experimentar psicológicamente en el astral, y de inmediato el vital inclina la búsqueda de las sensaciones en el físico, respondiendo éste último con preparación para lo imaginado.
El ejercicio a éste nivel es sencillo. Consiste en traer a la memoria eventos, escenas y observar el impulso a experimentarlas psicológicamente. Es como si una instantánea, una fotografía quisiera cobrar vida y comenzar a reproducirse como una película, sin embargo, ese impulso a identificarse con ello y vivirlo de nuevo es lo que hay que disociar, es decir, quitarle la atención relajarlo. Tomando la escena que habíamos escogido anteriormente, nos adentrarnos en ella, observando todos los
elementos que la componen, es decir, rostros, objetos, sonidos, sensaciones,
emociones y sentimientos, y observemos cómo todo ello pretende generar
experiencia, es decir, más sensaciones, más emociones, como si en
realidad estuviera pasando. Luego, intentemos refrenar aquello, es decir,
ver sin revivir, y podrá observar cómo un impulso tremendo se manifiesta en
forma casi aplastante.
Si somos sinceros en ésta práctica y escogimos
bien la escena, observaremos cómo lo que se experimenta en ese mundo es muy
real, hasta el punto de creer que tal
situación está ocurriendo en el justo momento de estarla observando.
Todo lo que imaginamos lo vivimos y lo vemos como si fuese una realidad.
Es evidente que el proceso de imaginar es justo antes que el de inclinarse a manifestar en el cuerpo.
En nuestra imaginación podemos hacer un sin fin de tareas conscientemente, imaginándonos a sí mismo yendo a algún sitio, trabajando, analizando, diseñando, estudiando, y demás. Es un mundo psicológico donde tenemos posibilidad de obviar ciertas leyes como la densidad, la gravedad y la velocidad. También el tiempo se fusiona uniendo presente, pasado y futuro, por lo que no representa un problema.
También en ese mundo permanecemos demasiado tiempo soñando y experimentando miedo, angustia, discusiones, peleas, traumas, y muchas otras cosas, que atormentan. Todo allí es detonado y alimentado por la mente. Precisamente, el siguiente nivel o dimensión que seguiremos en nuestro estudio.
Cuerpo mental.
El mundo mental es por mucho el más horrible de los niveles del alma, pues en dicho nivel se procesan las asociaciones psicológicas, siendo este nivel netamente interpretativo en su función, lo cual se traduce en tormento.
La mente es quien interpreta toda sensación, emoción e imagen, trayendo por asociación lo igual, lo parecido, lo opuesto, lo contrario, es decir, aquello que posea una carga o peso similar desde el punto de vista de intensidad y fuente de experiencia.
Es mejor pensar en él como un estómago, al cual todo lo que le cae lo procesa mecánicamente.
La mente trabaja con respecto a la memoria, no reconociendo lo que no conoce. No puede ver lo que no ha experimentado. No puede asociar lo que no ha asociado antes. Se vale de los detalles de las escenas para efectuar las asociaciones que se traducen en experimentaciones, las cuales a su vez se convierten en inclinaciones y por último en experiencia física.
Ahora, también es el más sencillo de todos para percibirle, pues solo basta con ver las cosas que nos rodean para palpar cómo son asociadas inmediatamente con algo, sea para interpretarlo como para recordar eventos pasados.
Podemos hacer otro experimento tomando una hoja de papel y haciendo en ella unos garabatos, y veremos cómo la mente intenta traducirlos incluso mientras se dibujan, asemejando las cosas sea por la figura total o por algún detalle. Tales traducciones, intentan asemejar y asociar cosas propias de cada quien, por lo que cabe aquello de que “el ladrón juzga por su condición”, pues solo trabaja con lo que hemos experimentado.
Aquellos que intentan poner la mente en blanco o dominarla fracasan, porque no se puede obligar a la mente a detenerse mientras esté alimentada, sencillamente es imposible. La única forma de detenerla es evitar darle alimento, para que no procese nada, es decir, disociar y no asociar.
Al tener percepción de los diferentes cuerpos que conforman el alma, podemos aprender a relajarlos. Hablamos de las dimensiones del alma o de los niveles de ella como "cuerpos" porque al igual que el físico, permiten nuestra manifestación en esas dimensiones. Toda experiencia en un cuerpo genera automáticamente recuerdo, y el recuerdo no es más que material psíquico coagulado o solidificado por la experiencia.
Cada vez que nuestra atención se posa sobre tal o cual recuerdo, o como dijéramos, material psíquico coagulado o solidificado, éste último pareciera cobrar vida, revive y nos hace revivir el momento que lo creó.
En la escena con la que hemos venido trabajando,
observemos atentamente que las reacciones psicológicas son directamente
relacionadas a las asociaciones o interpretaciones mentales, pues la mente
asocia tal o cual detalle a una sensación, emoción o sentimiento, y tal
asociación hace que se experimente, enriqueciendo la escena de
manera que no solamente la vemos, sino que la revivimos.
Al intentar refrenar el impulso de asociación,
nos encontramos con una paz temporal debido a que al no asociar, no se
manifiesta comportamiento, y por tanto se percibe una tranquilidad, la cual no
dura mucho, ya que se presenta un nuevo elemento de fuerza que nos dispone a
asociar de nuevo.
El refreno del impulso a asociar resulta en
disociación, lo cual para aquellos que sufren por no poder experimentar las
cosas tal como son por asociaciones fantasiosas, es maravilloso, ya que al
disociar lo falso, se conoce una nueva realidad.
Cuerpo causal.
Llamado el cuerpo de la voluntad. Es
sencillamente donde se produce la predisposición o disposición
para las actitudes y comportamientos, que le
dicen a la mente bajo qué parámetros asociar - buen o mal humor, felicidad, tristeza, etc. - para que a su vez imaginemos de acuerdo a esos parámetros, y así sucesivamente hasta las repercusiones físicas. Por eso le llaman la dimensión de las causas, pues durante una época bastante larga de la historia se creía que era lo más elevado del ser humano.
A este nivel se procesan los lineamientos de nuestra forma de ser. Es como si se escogiese entre un ajuar de personalidades la más adecuada para el evento presente. Si estamos en algún sitio familiar, actuaremos de una manera, pero si estamos en otro sitio, siempre adoptaremos la forma de ser o la personalidad conforme al entorno, y todo esto se procesa inconscientemente, de forma que una persona puede pasar de jovial a irritable solo porque se retira o incorpora algún factor determinante en el entorno.
Muchas veces estamos a la defensiva, y a pesar de darnos cuenta en algunos casos, lo más probable es que no sepamos qué disparó esa actitud.
Somos una persona con nuestros padres, otra con nuestra pareja, otra en el trabajo, otra con extraños, etc.
Si vamos al cine, predispuestos a que la
película es una comedia, y resulta un drama, lo más probable es que no nos
guste así sea que haya ganado algún premio.
Si observamos detenidamente la escena con la
que hemos venido trabajando, nos daremos cuenta que existe una intención muy
poderosa a actuar tal como lo hicimos cuando ese recuerdo se formó y no de otro
modo, y si intentamos refrenar el impulso de actuar, es decir, de reaccionar,
obtenemos que se genera una fuerza que intentará predisponernos a continuar con
las asociaciones y reacciones.
Para lograr refrenar tal impulso, debemos
quitarle la atención a la escena, más sin embargo, algo nuevo aparece e intenta
arroparla para comenzar toda la mecanicidad otra vez.
Quienes logran refrenar el impulso de
predisponerse, comienzan una vida de descubrimientos maravillosos con respecto
a la realidad, no la verdad sino la manera de apreciar la verdad.
Teniendo discernimiento del cuerpo causal,
comenzamos a tener cierto control sobre nuestro comportamiento, y ese discernimiento corresponde con aquello de
estar en un "cuarto estado de consciencia", lo que significa que estaríamos por encima de las reacciones mecánicas del físico, el vital, la imaginación y la mente, pues, una persona que pueda
percibir sus predisposiciones no deja que las tales lleguen a convertirse en
comportamiento, sino que más bien se relaja
reflexivamente hasta el punto de detener la reacciones en cascada que se
producen en los diferentes niveles del alma.
Como podremos ver, hasta ahora hemos estado comprobando que ningún cuerpo se mueve solo, y que ninguno ejecuta prácticamente solo algún comportamiento, sino que podemos constatar que "algo" que siempre está más allá detona reacciones en los niveles inferiores.
Otra cosa que podemos llegar a ver con éstos experimentos, es que mientras más elevada la dimensión, menos leyes le afectan.
Siempre hemos estado motivados por saber y comprender dónde estamos realmente en éste sistema de dimensiones, porque hasta ahora solo hemos verificado cuerpos que poseemos, pero que no son realmente lo que somos en verdad, por lo que la idea de poder discernir los cuerpos y despertar en esos niveles o dimensiones, es para tener la capacidad de frenar la mecanicidad que hace de nosotros unos seres infelices y reaccionarios. Debemos lograr
diferenciarnos entre lo que somos y lo que poseemos, mientras refrenamos los impulsos reaccionarios y mecánicos. En algún momento debemos poder reconocernos a nosotros mismos como lo que verdaderamente somos.
Cuerpo de consciencia.
La consciencia es la capacidad del alma de conocer algo en la existencia.
La consciencia se posa sobre lo que nos interesa, dirigida y enfocada por la atención.
Algunas culturas llaman a este nivel: Búdico. La iluminación cuando se despierta a éste nivel.
Antes de proseguir, es necesario aclarar un concepto tal como lo hemos usado, cual es "despertar". Se trata de estar consciente de los impulsos y refrenarlos cuando ocurran. Un impulso refrenado sencillamente pierde poder o desaparece. La idea final de todo es que no existan impulsos. Reescribir la psiquis. Que todo ocurra conscientemente.
Este cuerpo, corresponde con la capacidad del alma de enterarse, posarse y arropar algo de su interés, y para poderlo percibir aquí y ahora, solo basta con un ejercicio muy sencillo, cual consiste en cerrar los ojos estando sentados cómodamente, e intentar percibir lo que hay delante de nosotros, los objetos del recinto donde nos encontramos; luego lo que hay detrás; posteriormente, lo que hay a un lado y luego al otro; después, lo que hay arriba y abajo alternativamente, y por último todo, y por último nada.
Repitiendo este ejercicio varias veces, se logra la percepción del cuerpo búdico, pues se puede constatar que nuestra atención dirige algo que se posa sobre lo que atendemos con la atención. Podremos
distinguir como una fuerza arropa los elementos que buscamos percibir, y luego
de eso nuestra mente comienza a intentar descifrar, asociar e interpretar.
Si realizamos el siguiente experimento evocando una escena de nuestras vidas y la experimentamos psicológica, nuestra consciencia queda embutida en ella - en la escena - generando una reacción en cascada de cuerpo en cuerpo, arrastrando nuestra atención cada vez más intensamente hacia la sensación y la emoción, y por tanto, haciendo que nos olvidemos de nosotros mismos como seres, e identificándonos con lo que sucede en nuestras reacciones.
En la escena que nos ha servido de fundamento
para éstos ejercicios, encontraremos que cada vez que le quitamos la atención
volvemos a ella, pero esto sucede solo si la escena que escogimos es una que
realmente nos haya impactado, y genere fuertemente un efecto hipnótico en
nosotros, tal como una pelea con alguien a quien queremos, o algo similar en
intensidad.
Debemos ser claros en que la
idea no es de manera alguna revivir el evento sin control alguno, pues la
intención de que la escena escogida sea fuerte es para tener fácilmente el
discernimiento y la evidencia de éstas partes y fuerzas que conforman los
niveles del alma, y son la muestra de la manifestación del Ser propio y
particular.
Para poder quitar la atención de algo y
refrenar el impulso de colocarle la consciencia de nuevo, debemos tener algo mayor,
más sin embargo, aún hay un velo que descorrer antes de lograr tal tesoro.
El discernimiento de este cuerpo trae como consecuencia que la persona se pueda relajar psicológicamente mucho antes de asociar.
Esta percepción nos permite quitarle la atención a los eventos y a los procesos asociativos justo cuando van a comenzar.
No es posible predisponerse antes de posar nuestra conciencia - sea dormida o despierta - en algún evento o cosa, por lo tanto, si observamos bien en el ejercicio y reparamos en que la consciencia se expande y contrae, se mueve o se recoge, entonces seremos capaces de refrenar el impulso de arropar los eventos con nuestra consciencia, recogiéndola en nosotros mismos.
El Alma.
Ésta es la parte difícil de explicar.
En nuestro camino de volver al comienzo del hilo que dibuja las esferas y dimensiones que atravesó la creación, encontramos "algo" que se hace pasar por lo que realmente somos, pero no lo es. Lo sabemos por el estudio que estamos explicando.
Al analizar nuestras observaciones, logramos ver que cuando nuestra consciencia se libera de algo en lo que está imbuida - justo antes del momento en que el impulso de enfocarnos en lo que nos llama la atención - hay ese "algo" que quiere estar o ser eso que nos atrae casi hipnóticamente, sin embargo, nos llevó un tiempo descubrir que solo lo podemos ver en el momento en que efectuamos un experimento en el cual lo obligamos a mostrar su impulso de "estar", de existir, es decir, de mostrar un "alguien".
En una posición cómoda, buscamos recordar un evento donde lógicamente somos el personaje central. Una vez evocado, solo debemos imaginarnos "no existir", es decir, convencernos de creer en el resultado de imaginarse ¿qué pasaría si en este instante dejo de existir? Solo falta algo por discernir, y es: Si no existimos, ¿cómo es que seguimos siendo?
Podemos "no estar" en una escena, más sin embargo, seguimos siendo. De allí lo de "lo que no puede 'no ser'", y el impulso de estar es lo que nos plantea en la existencia de nuevo.
Expliquemos un poco. La existencia es manifestación, y si asumimos que una escena es un compuesto de imágenes, sensaciones y emociones como una ecuación, entonces, solo nos sacamos de la misma, deteniendo nuestra existencia en ella, por consiguiente, si aplicamos esto en el diario vivir, muchas de las situaciones en las que normalmente tomamos papeles protagónicos, al no existir, tendremos la oportunidad de accionar conscientemente en todos los aspectos. Sin reacciones mecánicas.
Éste es el más terrible de los cuerpos, porque se cree "yo" - recordando que los cuerpos tienen su grado de inteligencia y ciertas capacidades - es decir, nos creemos él, y por tanto a través de él existimos en nuestro mundo psicológico. Es nuestro avatar.
Este cuerpo es el resultado del don de existir que posee nuestro espíritu. Es el origen de todo lo que ocurre en la materia, es decir, de todo lo que sucede en nuestros planos de consciencia.
Las antiguas culturas le llaman "Atman". Otras le llamaron "Adamas". Es el más elevado de los cuerpos de manifestación del espíritu en la materia; él es Eva, quien en su materia lleva consigo una partícula - la costilla bíblica, si es que se puede decir así - del verdadero Adán, el cual es el verdadero espíritu humano. Atman es en nosotros nuestra propia e
individual manifestación de nuestro Ser en la existencia, en la materia, pero es solo un cuerpo, y encierra en sí mismo el misterio de
“estar” y “existir”. Es quien genera en la creación nuestra existencia en
todos los planos de la naturaleza.
En términos de Pistis Sophia, él es Adamas, el terrible regidor quien solo pretende obligar al espíritu a estar atado a la materia, con la única intención de existir.
Él es el comienzo de la existencia, pero no es el Ser y no somos él.
Nosotros - el ser, lo que realmente somos - fuimos colocados sobre la creación y
no dentro de ella. Luego de copular con la naturaleza nos precipitamos en
ella y allí si quedamos dentro de ella, fundiéndonos en la forma animal que ahora conocemos. Atrapados.
Vivimos psicológicamente en nuestra derivación
particular de la creación, es decir, en una creación propia, tremendamente
hipnótica en el sentido que no podemos tener noción de nosotros mismos, de
nuestro real y verdadero Ser de manera natural y espontánea, sino que tenemos que esforzarnos por descubrirnos para distinguirnos de todo lo demás. No
nos auto conocemos, ni nos auto percibimos de manera verdadera como lo que realmente
somos y en donde realmente estamos.
Atman es representado por el continuo anhelo
de existir, de estar, de ser el centro de la escena, el actor principal de
todas nuestras tragicomedias.
Atman se ha hecho pasar por dios padre de
todas las cosas, pero siempre es posible descubrirle, pues todos sus postulados
son en las formas, colores, vibraciones, sensaciones, emociones, sentimientos, energía. Jamás en la autopercepción, sino tentando nuestra carencia con poder.
En el diario vivir, muchas escenas vienen a nuestro recuerdo siendo nosotros el centro de todo.
Continuemos con la práctica. Cómodamente
sentados y muy concentrados en la escena que desde el principio escogimos,
observando todo en profunda relajación, y refrenando todo impulso a estar en
ella, hagámonos de nuevo la pregunta: ¿Y si no existo?, y de verdad créalo, y
entréguese a dicha idea. Al hacerlo, la escena no es que desaparece,
sino que nosotros desaparecemos de ella, y todos los aspectos que nos afectaban
ya no están, y por consiguiente tenemos paz espiritual y verdadera, y justo al
suceder esto, preguntémonos esto otro: ¿Qué soy?, pues si no existo… ¿Por qué
sigo siendo?
Esta sencilla práctica es para nosotros una
actitud de vida, en la cual de momento en momento estamos dejando de existir en
nuestros impulsos a crear y volver al crear.
El verdadero despertar ocurre cuando un Ser se
percibe a sí mismo fuera de los velos de los cuerpos psicológicos, lo cual se
traduce en una fuerza poderosa que llamamos Fe - fidelidad a lo que se sabe - y que no es más que el
resultado de la auto percepción. La percepción de lo espiritual como una
verdad tangible.
Durante todo el proceso, utilizamos la
atención para posarla sobre los puntos de interés, o quitarla y dominarla
cuando por fuerzas hipnóticas de nuestros propios recuerdos es secuestrada arrastrándonos con ella hacia la vivencia psicológica.
Lastimosamente, Atman siempre quiere existir, y la consciencia tiende a posarse de nuevo sobre la escena que hemos abandonado con la no existencia mediante el refreno del impulso de estar.
He aquí el asunto, pues lo que queda de "la resta de lo que tenemos es lo que somos", y esa auto percepción o auto conocimiento es crucial, ya que es una verdad absoluta, que quien descubra la verdad, ella le hará libre.
Fijémonos que éste impulso de existir ocurre justo antes de todo. En verdad establece un nivel, una dimensión, en la cual ni siquiera tenemos forma, y aún no se establecen los comportamientos. Es donde el "quien" aparece para crear mundos imaginarios - no por ello dejan de ser reales - que nos envuelven.
Lo que queda por aprender es el estado de auto percepción, que va más allá de todo lo que tenemos. Es lo que realmente somos. El verdadero dueño de todo lo que tenemos en nuestro mundo particular. Siete dimensiones perceptibles solo mediante la observación.
Ésta es la razón de toda religión. Encontrar "el ombligo de Adan", el punto por el cual nos conectamos con nuestra fuente. Percibiéndonos en lo que realmente somos - fuera de la creación y sus dimensiones y leyes y mecánicas - podríamos percibir la inmanencia de ser seres atemporales, espirituales, no materiales, y cuya única ancla es la materia.
Aprendiendo a controlar el don de la existencia, detendremos la acumulación de materia coagulada en nuestra psiquis, y la que ya está adherida, irá perdiendo fuerza en medida de nuestra capacidad de renuncia al impulso.
Es sencillamente imposible renunciar a la materia si no se conoce el espíritu.
Nota final.
La historia literaria ha llenado de simbolismos la cultura de los pueblos, con el fin de intentar explicar la existencia de elementos que en nuestras psiquis nos convierten en animales y bestias, reaccionarios y sin consciencia. Así como también las religiones y filosofías que quieren hacernos ver que poseemos al menos dos naturalezas. Las epopeyas mitológicas que describen las guerras y luchas entre seres que representan el bien y el mal. Libros sagrados para ciertas culturas como el libro de los muertos Egipcio, el Bardo Thodol Tibetano, o el Bhagavad Gita cuya edad se remonta a los albores de la civilización.
Todo ello con la intención de que podamos ver que algo ha de ser descubierto para poder lograr el discernimiento. Algo mecánico que altera lo que percibimos y que hay que refrenar para descubrir la verdadera esencia de todo.
El esfuerzo tan metódico de los primeros libros de la Biblia se centra en la necesidad de aprender que en nuestro actuar y pensar existen elementos que debemos identificar. Lo terrible del caso es que desde siempre el ser humano se ha enfocado en lo malo, así como también en conceptos como premio y castigo, cielo e infierno. Si despertamos, nos llevaremos una maravillosa sorpresa al respecto de todo ello, y dejaremos de desperdiciar nuestras fuerzas y tiempo en luchar contra caracterizaciones de cosas que si existen pero no en la manera en que creemos que son.
En la antigüedad hubo quienes compararon la liquidez del alma con el mercurio, e hicieron cantos y escribieron muchos textos con la referencia al mercurio como materia prima de una obra de depuración que lastimosamente, luego en el tiempo, se trastocó. Sin embargo, aquello de que el alma aparenta comportarse como el mercurio es una analogía que corresponde a una manera de ver todo éste asunto.
Ellos pensaban que el mercurio seco acumulado en la anatomía de los diferentes cuerpos existenciales que representan las dimensiones de la creación, coagulado por la acción de la sensación, frotamiento y espasmo conforman el ego, que solo obtiene vida efímera cuando lo alumbramos con nuestra atención. Eso quiere decir que lo que llaman ego no es más que materia petrificada y que solo aparenta animarse cuando mediante la atención nos identificamos con ello. No tiene voluntad ni inteligencia ni razón. Sabemos que le bautizaron con la palabra ego por que al identificarnos con las escenas que representan nos convertimos y existimos en ellas como si eso fuésemos lo que somos. Por eso, lo único realmente importante de todo esto es discernir qué y cómo ocurre la identificación donde perdemos nuestra identidad para asumir la que está almacenada en la escena. Lo importante es refrenar ser ego.