La Religión como ciencia de "prueba y observación", enmarcada solo en las verdades absolutas. La filosofía como herramienta para resolver el asunto de "Ser". Sophia como aquello que resulta del "conocer", y la "duda inteligente" como crisol de la Fe. La Sincretoclastía como única regla.

La Gracia y la Verdad - Cómo comenzar.

 

La Gracia y la Verdad.
Cómo comenzar.

Introducción:


El asunto religioso, al estar divorciado de la ciencia, cierra la puerta para la consecución del verdadero objetivo la emancipación espiritual. Se ha convertido en un asunto tortuoso para los que sufren la urgencia de descubrir qué hay más allá de lo obvio, qué es la verdad, etc.

Quizás, al respecto de lo pretendido con la verdad, el problema general ha sido el cómo empezar, el poder definir los parámetros de un “camino invisible” que conduzca al premio final, cualquiera que éste fuere, según la creencia de cada quién. Hasta los mistéricos tuvieron problemas con eso, clasificando los niveles y las estructuras en iniciaciones y misterios,  menores y mayores, sin embargo, no hay forma de comenzar si no es mediante el efecto liberador del discernimiento. Pero… ¿cómo lograrlo?

Se ha hablado de que antes de iniciar los trabajos de fuego, ha de coronarse primero los de agua, la 9na iniciación de los llamados misterios menores, o como en el mismo evangelio de Juan se diría, primero los bautizos de agua y luego los de espíritu santo.

Entonces, ¿qué son y de qué se tratan esos "misterios"? De la verdad. No cualquier verdad, sino de la absoluta. La que no posee puntos de vista, sino que es inmutable e igual para todos los observadores que la experimenten.

Análisis

Es un hecho que el ser humano no puede verse ni percibirse a sí mismo en lo espiritual  – como lo que realmente es – sin antes haber despertado en lo espiritual. Solo tiene una imagen o efigie mental de lo que cree que es, una proyección de su propia experiencia.

Entonces, si inicialmente no podemos percibir algo en el mundo espiritual, ¿cómo buscarlo?, ¿cómo reconocerlo cuando lo encontremos?

En la “Ascensión de Cristo – Pistis Sophia – nos dicen que la “Verdad y la Gracia” se encontrarían. La “Verdad” que se levanta de la tierra y la “Gracia” que viene de lo alto en su auxilio, es por mucho la exacta explicación de lo que sucede cuando alguien devela en sí mismo las verdades absolutas.

Por definición, una verdad absoluta es algo que no tiene puntos de vista, no depende de experiencia parcial o total, ni de realidades alternativas, pues es absoluta. Es algo que es igual, sea cuando y dónde de sea, inmutable, sin dobles significados, exacta.

“Encuentra la verdad y ella te hará libre” se nos ha enseñado, mas sin embargo, puede que se gaste una vida entera buscándola.

La verdad es el “Ser”, y además, es absoluta.

No se trata de un dogma o concepto, pues, pregúntese a sí mismo si es o no algo.

Hágase la pregunta así: ¿Soy o no soy algo?

No hablamos de qué, sino de ser algo.

Sin importar el dónde, si en el físico, lo mental, lo psicológico o en lo espiritual, o qué, una reacción química, una creatura o una emanación de alguna fuente. Solo hablamos de Ser, ser algo. Eso es una verdad absoluta. Se es algo y no se puede no ser algo.

Partiendo de tal aplastante verdad, podemos establecer un punto céntrico en nosotros mismos del cual empezar a distinguir todo aquello que poseemos pero no somos – desde el punto de vista psicológico –, y desde allí, quizás, intuir alguna conexión con “algo más”.

Una persona que encuentra su punto céntrico, mientras no lo olvide, siempre podrá refugiarse en ese “no sé qué” pero que “es”, es decir, planteándolo en primera persona, “soy”. Lo demás es agregado, aparte.

La otra verdad absoluta es que tenemos agregados – lo que es innegable – mimetizados con lo que somos, pues asemejan ser “yo” pero no son, y se trata de lo que poseemos.

Claro está que “poseer” es una palabra de una connotación que establece dos partes: el que posee y lo que se posee.

Se es algo y se poseen agregados.

Se ha dicho que “descubrir lo quieto entre lo que se mueve” es descubrir el impulso en el reposo.

La naturaleza es impulso, y lo que somos es reposo.

Ahora, eso que es lo real en nosotros resulta invisible, pero lo que poseemos, eso que es lo agregado por aparte de lo que somos realmente, si se puede ver. Se puede palpar, experimentar, vivir. Es movimiento e impulso, querer y deseo, resultando en memoria y tiempo.

Lo que somos, ignoto aún de sí mismo hasta que despertamos, se intuye, y es lo quieto, el centro, aunque presente.

El arcano menor número nueve - en la mayoría de las estructuras mistéricas - es tener éstas dos verdades absolutas – descubrir lo que se es y lo que se tiene –, y partir de ellas en todo momento para establecer el DISCERNIMIENTO, que ha de permitir renunciar a todo aquello que por intención e impulso nos aleje de la percepción limpia de lo que somos.

El arrepentimiento con intención de cambio – simbolismo del bautismo de agua – solo es posible mediante la consciencia de qué estuvo mal, lo que se traduce en discernimiento, no porque se nos haya dicho.

Una clave mayúscula para saber si se ha logrado el discernimiento de algún “agregado” es si sentimos que se trata de un sacrificio corregir o renunciar a ello. Si es un sacrificio, aún se desea, por lo que no hay discernimiento.

Dicho de otra manera. El 9no arcano menor es la Verdad que brota de la tierra, el discernimiento en sí. La Gracia es, la posibilidad o voluntad espiritual de renunciar a lo que altera nuestra percepción de la verdad, dando como resultado un despertar.

Lo importante, es tener claro que éste misterio es de “ejecución”, y de ese momento en más ha de ejecutarse hasta la culminación de la obra, y ¿cómo es eso de que se trata de un misterio de ejecución? Lo que quiere decir es que debe realizarse voluntariamente siempre que algún “agregado” altere la percepción de lo que realmente somos. Otros son los misterios de “Gracia”, que obviamente se obtienen en algún momento como un obsequio.

Discernir, discernir y discernir, es la única manera de poder despejar lo que arropa a nuestro centro de aquellos elementos psicológicos que nos hacen creer que somos otra cosa.

Los misterios se apilan, se suman. Es como lo narrado en Pistis Sophia acerca de los misterios y los nombres escritos en las vestiduras.

Alguna vez dijimos que “sin castidad no hay Dios”, pues lo repetimos aclarándolo, solo en el reposo hay Dios.

Conclusión:

La novena iniciación de misterios menores corresponde a la obtención clara de las dos verdades absolutas básicas, que son: Ser y tener.

Quien logra encarnar tal verdad, debe por consiguiente aplicar el discernimiento en sí mismo de lo que se “es” y lo que se “posee”, para renunciar a lo que se posee que impide la percepción de lo que se es.

Quien tiene tal discernimiento y lo aplica, da señas en lo espiritual y será asistido para entrar en los llamados misterios mayores o espirituales.

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